miércoles, 16 de febrero de 2011

HIPNOTISMO Y PSICOTERAPIA

-HIPNOTISMO Y PSICOTERAPIA

Breve reseña de algunos puntos fundamentales

El tratamiento por medio del hipnotismo no es más que una forma especial de la psicoterapia.

La psicoterapia en general comprende todos los efectos psicológicamente beneficiosos que pueden derivar de una relación interpersonal constructiva. El eminente psiquiatra Maserman (1) ha dicho que viene a ser psicoterapia “todo procedimiento accesible al terapeuta ético , que permite al paciente volverse más feliz, más creador y mejor adaptado a su medio familiar y social”.

En la actualidad existen y practican psicoterapia numerosas y variadas escuelas y orientaciones, que se basan sobre teorías diferentes y mutuamente contradictorias, a las cuales adaptar sus procedimientos. Así, MacCary y Sheer (2) hacen una lista de cincuenta y seis orientaciones o escuelas, sin pretender abarcarlas todas. Algunas de éstas no vacilan en afirmar que son las únicas que realizan la “verdadera psicoterapia científica” que cura a los enfermos.

Para mostrar la diversidad de sus procedimientos , daremos algunos ejemplos.

Esquemáticamente , la escuela freudiana dice: Para curar a un enfermo psíquico, hay que ayudarle a descubrir y aceptar ciertas experiencias penosas que tuvieron lugar en su infancia, vinculadas principalmente a la imposibilidad de satisfacer sus requisitos sexuales y sus deseos incestuosos.

Con este fin, se hacen sesiones psicoanalíticas diarias durante tres años o más, en las cuales el paciente habla de lo que le viene a la mente y el terapeuta le ayuda a “encontrar” la relación de sus recuerdos reprimidos y sus actitudes emocionales con su sexualidad infantil.

La escuela de Adler tiene otro punto de vista, y afirma que para curar al paciente hay que darle una comprensión del origen de su enfermedad, pero que éste tiene poco o nada que ver con el instinto sexual, sino que deriva de un complejo de inferioridad.

La psicoterapia consiste en conversar con el enfermo acerca de su “estilo individual de vida”, las metas que persigue, y los medios que emplea para alcanzarlas, hasta convencerlo de que sus trastornos provienen de un esfuerzo por compensar su inferioridad, aun a costa de un perjuicio para sí mismo.

Otra escuela, fundada por Jung, tiene un concepto diferente: para curar al que tiene trastornos psicológicos, hay que hacerle comprender que sus trastornos reproducen los mitos, las cosmogonías arcaicas y el pensamiento primitivo del Inconsciente colectivo.

La psicoterapia consiste en hablar con el paciente y demostrarle cómo su pensamiento alterado no es más que un equivalente de la mitología universal.

A su vez, las numerosas escuelas “directivas” declaran: para que el paciente sane, hay que enseñarle a ejercer un contralor intelectual sobre los aspectos afectivos e impulsivos de su personalidad.

El psicoterapeuta debe desempeñar un papel activo, continuado, de acuerdo con su propio criterio, la “educación para la vida” del enfermo.

Por otro lado, la escuela no-directiva de Rogers asegura: lo esencial para la curación del enfermo es la relación Inter.-personal entre éste y el médico, que crea en el paciente un estado de seguridad, y le permite resolver sus problemas (o “redefinir su individualidad”) como él lo encuentra mejor, sin interferencia de parte del terapeuta.

La psicoterapia debe limitarse a proporcionar esta relación no-directiva.

Hemos mencionado solamente cinco de las numerosas orientaciones psicoterapéuticas de la actualidad, pero éstas son suficientes para ilustrar la heterogeneidad de los procedimientos que se aplica al tratamiento de los enfermos.

Pero no es esto lo más importante. El hecho principal es que, pese a sus diferencias, tanto las escuelas mencionadas como todas las demás LOGRAN CURAR ENFERMOS, y el porcentaje de mejorías que obtienen estas diferentes escuelas tiene muy pequeñas oscilaciones.

El material estadístico de once importantes centros psicoterapéuticos de los Estados Unidos de América y de Europa (3) permite comparar los resultados obtenidos con la utilización de diferentes procedimientos, incluyendo el hipnotismo. El porcentaje de curaciones y mejorías de las más diversas orientaciones terapéuticas ha variado entre un mínimo de 55 % y un máximo de 76 %, aproximándose en la mayoría de los casos a la cifra de 67 %. Por ejemplo, las estadísticas de Fenichel, basadas en el material del Instituto Psicoanalítico de Berlín, dan un 58 % de mejorías.

Es claro que el factor curativo de estas variadas psicoterapias no reside en lo que hay de diferente en las ideas y los procedimientos que utilizan, sino en algo que es común a todas estas escuelas y orientaciones. ¿Qué tienen en común todas estas orientaciones variadas y contradictorias que logran curar a los enfermos?

La revista oficial de la Sociedad de Psiquiatría de los Estados Unidos de América (American Journal of Psychiatry) está publicando un número creciente de artículos que afirman la absoluta indiferencia de que se siga una u otra escuela, o se dé una u otra explicación al paciente, siempre y cuando se le proporcione una relación interpersonal constructiva.

El conocido especialista e psiquiatría infantil, Leo Kanner (4), dice a este respecto que el factor principal de la psicoterapia no es la elección de cierto “método” o de cierta “escuela”, sino el propio terapeuta que tiene la llave de todo el proceso psicoterapéutico.

Para la confirmación de esto, el psiquiatra investigador Fiedler (5) reunió una comisión de psiquiatras expertos para actuar como jueces en un experimento, que consistió en registrar por medio de un grabador de sonido, y luego analizar las entrevistas psicoterapéuticas de un número de terapeutas de diferentes escuelas y orientaciones (mutuamente irreconciliables). Los jueces compararon estas grabaciones y encontraron que las actuaciones de los terapeutas de larga experiencia de diferentes escuelas eran muy semejantes entre sí, más semejantes que las actuaciones de terapeutas experimentados y novicios de una misma escuela.

Yendo todavía más lejos, Sargant y Slater (6) indican que los resultados de los métodos físicos de tratamiento de enfermos psíquicos (como la insulina, el electroshock, las sedaciones y las estimulaciones, etc.) dependen en un grado considerable de la relación Inter-personal entre el paciente y el médico.

Sintetizando todo lo antedicho, podemos concluir que el factor curativo de las diferentes psicoterapias está comprendido en la relación Inter.-personal entre el terapeuta y el paciente. Algunas escuelas llaman a esta relación “rapport”, otras, una “transferencia positiva”.

Ya nos detuvimos largamente en el capítulo “El Estado Hipnótico” sobre el hecho de que en cualquier relación interpersonal puede sobrevenir un contacto hipnótico, si se estimulan los condicionamientos al estado emocional hipnótico que vienen de la infancia del individuo, pudiendo constituirse a continuación una relación hipnótica. Como sabemos, esto requiere muy poco: en términos generales, una actitud de interés, comprensión y aceptación respecto a la otra persona. También hemos mostrado claramente que el estado hipnótico no es un estado de somnolencia, sino que salvo raras excepciones e el ambiente experimental, se presenta en forma “despierta”.

Uno de los primeros en reconocer la equivalencia de la relación entre el terapeuta y el paciente en el tratamiento psicoanalítico y la relación hipnótica, fue Watkins (7), quien demostró que la “transferencia” psicoanalítica no es otra cosa que un “trance” o estado hipnótico.

En forma semejante, la escuela psicoterapéutica de Schultz (8), que aplica un procedimiento denominado “entrenamiento autógeno”, buscando la relajación progresiva de diferentes grupos musculares, reconoce que este procedimiento corresponde a una inducción hipnótica.

Podría presentarse otros ejemplos de autores de otras escuelas que admiten que en el curso de sus relaciones interpersonales con el paciente se establece un “rapport”, o una “transferencia”, que es equivalente a una relación hipnótica.

A menudo e las revistas científicas el problema de si se debe informar al paciente que el hipnotismo intervienen e el tratamiento que se le va a aplicar, o si es preferible evitar la palabra “hipnotismo”.

El término “hipnotismo”, ligado a muchas pre-sugestiones que todavía están firmemente arraigadas en la mente popular, puede despertar temores o transmitir una idea falseada del estado que se procura lograr, creando la expectativa de un estado de sueño o de pérdida de conocimiento, o por lo menos, de algo radicalmente diferente de lo que se experimenta en la vida diaria. Por estos motivos Hero (9), aconseja no hablar de hipnotismo, sino llamarlo una “enseñanza de autocontrol”; Cohn (10) propone que se le describa como un “tratamiento de relajación”; otros hablan de “entrenamiento autógeno”, “terapia por imaginación”, etc., etc.

Es comprensible que las relaciones emocionales hipnóticas constituyan el principio curativo de todas las psicoterapias, pues el estado hipnótico “positivo” determina una estabilización emocional e la persona que lo experimenta, igual que lo que ocurre en las inducciones hipnóticas materno-infantiles. Esta estabilización emocional permite al individuo movilizar en forma activa sus propias fuerzas biológicas de recuperación y desarrollo, gracias a las cuales podrá lograr un funcionamiento psicológico que lo hará más feliz, más creador, y mejor adaptado a su medio familiar y social, creándose a la vez una mejor capacidad para defenderse ante nuevas agresiones emocionales. En este efecto curativo no juega ningún papel la profundidad hipnótica o el hecho de que se trate de un “sueño hipnótico” o de un “hipnotismo despierto”.

Con esto se hace evidente que ninguna forma de psicoterapia, con o sin inducción deliberada del estado hipnótico puede modificar las características heredadas de una persona, ni mucho menos moldearla de acuerdo a un “ideal” preconcebido, pues solamente opera con el material que la persona tiene y que ha sido afectado por perturbaciones emocionales.

La psicoterapia tampoco puede dar en una dosis única toda la experiencia que una persona de determinada edad normalmente adquiere al vivir en un determinado ambiente, porque la relación terapéutica suele ser demasiado breve para poder sustituir todo el proceso educativo.

La psicoterapia con inducción deliberada del estado emocional hipnótico (hipnoterapia) tiene una muy importante ventaja sobre otras formas de psicoterapia: su rapidez. Al ir directamente hacia el establecimiento de una relación hipnótica, acorta considerablemente el tiempo requerido para la curación de los enfermos, en la proporción aproximada de uno a diez. Este hecho ha sido destacado en forma especial en el informe del Subcomité de la Asociación Médica Británica para el estudio del empleo médico del hipnotismo, del año 1955, que afirma: “El hipnotismo puede determinar el desarrollo rápido o inmediato de una relación entre el hipnotizador y el sujeto, de la misma naturaleza e intensidad que la que se produce más lentamente en el curso de la psicoterapia” (11).

* * *

Sólo en los últimos decenios se ha aclarado que la inmensa mayoría de las personas que necesitan psicoterapia está muy lejos de parecerse a los tradicionales “casos psiquiátricos”. Son personas que se desenvuelven más o menos satisfactoriamente dentro de un ambiente. Muchas de ellas no tienen la más mínima sospecha de que su tartamudez, su úlcera de estómago, la irregularidad de su presión arterial, sus digestiones pasadas. Sus desórdenes menstruales, etc., tiene origen psíquico. Firmemente convencidos de la naturaleza orgánica de su enfermedad, estos enfermos psicosomáticos suelen recorrer consultorios y clínicas con el afán de que alguien les dé un remedio capaz de aliviar sus sufrimientos. Suelen pasar de especialista a especialista, siendo sometidos a innumerables procedimientos diagnósticos y terapéuticos, con grandes pérdidas de tiempo, gastos enormes y repetidas desilusiones.

Hasta pueden ser sometidos a operaciones quirúrgicas mutilantes, tras las cuales los trastornos que motivaron la operación continúan, y el enfermo reinicia su ciclo de consultas. En una publicación sobre este tema, Johnson (12) presenta las historias clínicas de 200 pacientes que fueron sometidos a intervenciones quirúrgicas innecesarias por dolor de vientre o bajo-vientre, que, como se comprobó, tenía un origen puramente psíquico. Todos ellos empeoraron después de la operación.

Otros médicos, Bennett y Engle (13), han informado acerca de 121 mujeres y 14 hombres, que en total fueron sometidos a 244 operaciones, incluyendo intervenciones sobre el riñón, la glándula tiroides, la vesícula, etc., y después de esas operaciones se reconoció que no había habido necesidad de operar, por tratarse de trastornos de origen psicológico.

Un caso aislado interesante ha sido publicado por H. Roser (14). Se refiere a una paciente de 32 años de edad, que había sufrido durante cinco años y medio de un dolor muy severo en la región lumbar, por el cual se le había hecho una operación de la columna vertebral y se le había puesto repetidamente corsé de yeso. A pesar de todos estos tratamientos, ella seguía sufriendo, y solamente podía desplazarse e un sillón de ruedas. Se requirieron 11 sesiones hipnoterápicas para que la enferma pudiese caminar y sentirse bien. Hemos tenido un caso análogo que requirió 34 sesiones.

Otros síntomas, como el “nerviosismo” (inestabilidad emocional), los temores infundados (fobias), la agresividad injustificada, la timidez incapacitante, etc., etc., son corrientemente interpretados como un trastorno de “carácter”, más bien que una enfermedad psicológica.

Se ha creado el término de “psiquiatría menor”, que abarca las enfermedades psicosomáticas y las alteraciones psicológicas que se presentan con suma frecuencia en personas que continúan actuando con cierta eficacia en su medio familiar y social, pese a sus sufrimientos y a la utilización incompleta de sus capacidades, en cuanto a productividad y adaptación al medio ambiente.

* * *

En los comienzos, relativamente recientes, del desarrollo de la psicoterapia, se había creído en la necesidad de seguir la tendencia general de la Medicina, y encasillar a todos los enfermos dentro de una clasificación preconcebida. Se hizo una clasificación de acuerdo a sindromes (agrupaciones de síntomas), distinguiendo la “neurosis de ansiedad”, la “histeria de ansiedad”, la “histeria de conversión”, los “trastornos de carácter”, etc.

Estos encasillamientos son completamente artificiales e innecesarios. Por ejemplo, la misma persona que tiene un temor morboso que la haría clasificar como “histeria de ansiedad”, puede tener a la vez un dolor de cabeza persistente sin causa orgánica, que correspondería a una “histeria de conversión”, y una timidez excesiva que perturba sus relaciones sociales, constituyendo un “trastorno de carácter”. Por otro lado, importa poco si se trata de una histeria de ansiedad, una histeria de conversión o un trastorno de carácter para los fines del tratamiento. Los síntomas que presentan los enfermos (o los síndromes en que se agrupan estos síntomas) no son más que las expresiones externas de un trastorno de la personalidad.

Este trastorno puede expresarse de modos muy diversos. No se tiene todavía una explicación satisfactoria por qué unos enfermos reacciona con tartamudez, mientras otros presentan perturbaciones digestivas, úlceras de piel, temores, etc.

Por esto, hoy en día, la actitud frente al diagnostico es diferente (15).

En su importante libro sobre Psiquiatría Infantil, Leo Kaner (4) propone que el “diagnóstico” tradicional sea sustituido por una breve descripción de las características fundamentales del caso. Por ejemplo, “Intranquilidad y agresividad de un niño pre-escolar no deseado, presionado incesantemente por padres con espíritu de perfección”.

Ninguna forma de psicoterapia, incluyendo el tratamiento por inducciones deliberadas del estado hipnótico (hipnoterapia) puede dar resultado cuando el enfermo no desea ser curado o cuando no se puede modificar el medio ambiente que constituye la fuente de sus trastornos emocionales, particularmente al tratarse de niños perjudicados por un medio ambiente psicológicamente perturbado.

En nuestra práctica hemos tenido alrededor de un 20 % de fracasos explicables por estos motivos (16). Frecuentemente se ha tratado de perturbaciones psicológicas severas en los padres. Podemos ilustrar la situación con un caso típico.

Una niña de 6 años de edad fue traída por un comportamiento excesivamente caprichoso y una gran agresividad hacia la madre, a quien exigía que cumpliese en forma inmediata sus más nimios deseos, insultándola con gran frecuencia, preferentemente en presencia de extraños. Tenía al mismo tiempo vómitos, para los cuales no se había encontrado causa orgánica. En cambio, era muy dócil en la escuela, mostrándose muy temerosa de cometer cualquier error en su trabajo escolar.

Existía el antecedente de que una hermana de la paciente, diez años mayor que ella, había presentado el mismo comportamiento a su edad, y luego, al llegar a la adolescencia, había abandonado su casa. La madre trajo a la paciente temerosa de que ella pudiese hacer lo mismo.

Más adelante se comprobó que la madre era una persona de emotividad muy inestable, quien sobreprotegía en forma opresiva a la hija, no permitiéndole hacer ningún movimiento sin intentar corregirla. Continuamente le decía que no caminara de una manera o de otra; que no aflojara la bufanda, que no jugara de una manera sino de otra, que no hablara con determinados niños, etc. En la casa no dejaba a la hija durante media hora sin hacerle observaciones.

Cuando se aclaró después de varias entrevistas que por un lado estamos tratando de lograr un equilibrio emocional por medio de la hipnoterapia, mientras que por el otro lado, al volver la paciente a la casa, se inducían otras clases de emociones en ella, se vio que el tratamiento no podía progresar. Se propusieron dos soluciones. Primero, que la misma madre se sometiera a tratamiento para mejorar su estabilidad emocional, con el fin de que pudiera tratar a la niña sin esa sobreprotección opresiva. Al negarse la madre a ello, se propuso que se separase temporariamente de la hija, enviándola como interna a una escuela o a la casa de algunos parientes y visitándola rara vez. Entre tanto se requerían muy pocas sesiones terapéuticas para lograr la estabilización emocional de la niña, mientras la madre podía tranquilizarse en el intervalo para luego conducir mejor la educación de su hija. Esto tampoco fue aceptado.

Técnica de la hipnoterapia

Hay una diferencia radical entre la hipnoterapia de antaño y la hipnoterapia de hoy.
Los antiguos terapeutas solamente reconocían una posibilidad en el hipnotismo, utilizable con fines curativos: la sugestión directa. Su plan de acción consistía en llevar al paciente a un estado hipnótico, por cualquier medio, lo más rápidamente posible, y provocar en él un “fenómeno hipnótico” exactamente contrario a sus síntomas. Por ejemplo, cuando un enfermo se quejaba de dolor de cabeza, se procuraba sugerirle la desaparición de ese dolor; cuando tenía una parálisis, se le sugería la aparición de fuerzas en el miembro paralizado, etc.

En algunos casos de enfermedades funcionales (principalmente en histéricos) hubo resultados momentáneamente espectaculares, pero, como regla general, la “curación” obtenida era fugaz, desvaneciéndose muy pronto al desaparecer la relación hipnótica entre el terapeuta y el paciente. Pronto volvía el mismo síntoma o aparecían nuevos síntomas en sustitución de éste. A veces ocurría, en forma puramente accidental, que el nuevo síntoma era menos incapacitador que el primero.

En este procedimiento, el terapeuta era considerado el elemento activo, y el enfermo el pasivo, de acuerdo a la vieja teoría del hipnotismo que admitía una dominación del hipnotizador sobre el hipnotizado. En estas circunstancias la desilusión era inevitable.*

(* Es históricamente interesante el hecho de que el psicoanálisis surgió de los fracasos de la sugestión directa. En 188, Breuer había hecho varios intentos de curar con sugestiones directas a la paciente histérica Anna O., sin resultado, cuando de pronto obtuvo en ella una mejoría espectacular después de haberla estimulado a recordar bajo el estado hipnótico ciertas experiencias penosas de su vida. El descubrimiento de Breuer interesó a Freud, quien ideó la teoría psicoanalítica de la represión de los recuerdos penosos en el Subconsciente.
En los tiempos de Breuer y Freud no se conocía otro aspecto del hipnotismo que no fuera el “trance” inducido por medios espectaculares, llevando al sujeto a un estado de sueño. A Freud le desagradó la posibilidad de que un fracaso en la inducción de esa clases de trance comprometiese su prestigio, y prefirió trabajar con el sujeto en estado “despierto” (comprendido en ese entonces como no hipnótico).
Pese a ello, Freud reconoció que “si el psicoanálisis había de volverse accesible a las masas, el retorno al hipnotismo sería necesario”.)

Con el tiempo se volvió al hipnotismo como “coadyuvante” de otras clases de psicoterapia.

Así, después de la Primera Guerra Mundial, al sentirse una necesidad apremiante de procedimientos psicoterapéuticos bastante más rápidos que el psicoanálisis ortodoxo, entonces en boga (requiriendo dos, tres o más años de sesiones diarias), J. A. Hadfield (17) aplicó un procedimiento psicoanalítico bajo un estado hipnótico deliberadamente inducido, que denominó “hipno-análisis”, reduciendo considerablemente el tiempo requerido para el tratamiento.

El razonamiento era: si la terapia debía consistir (como se suponía) en el “descubrimiento de las experiencias traumáticas” por medio del recuerdo de experiencias pasadas, el análisis de los sueños, la reviviscencia de actitudes emocionales, etcétera, el hipnotismo podía acelerar considerablemente este “descubrimiento” mediante los “fenómenos” de la agudización hipnótica de la memoria, la inducción de sueños por sugestión, la exaltación de la fantasía, y la “reviviscencia” de las experiencias infantiles.

Efectivamente la inducción deliberada del estado emocional hipnótico acortó el tiempo requerido para las curaciones por el psicoanálisis. Linder (18) ha llamado al hipno-análisis “una forma radicalmente abreviada de psicoterapia dinámica” Pero se tuvo la sorpresa de encontrar que la curación no coincidía con el descubrimiento de las experiencias *. Hoy sabemos que la causa de la aceleración de los resultados era otra: el establecimiento rápido y directo de la relación interpersonal hipnótica.

Otras escuelas, que no se interesan tanto por la recuperación de recuerdos remotos como por el análisis de los motivos actuales que mantienen la conducta anormal, también han encontrado que el hipnotismo acelera considerablemente la eficacia de su plan de trabajo. Wolberg (19), que describe con lujo de detalles el empleo del hipnotismo como adyuvante de los procedimientos psicoanalíticos y psicobiológicos, ha dicho respecto a estos últimos: “la hipnosis ha resultado sumamente efectiva como un catalizador de las diversas técnicas utilizadas e la terapia psicobiológica”, indicando que refuerza la eficacia de los procedimientos de conducción, tranquilización, persuasión, desensibilización, re-educación y re-condicionamiento.

Según este autor, “la hipnosis permite un desarrollo más rápido de los sentimientos de confianza y proximidad, imprescindibles para el éxito del tratamiento psicobiológico”.

Al verse que los procedimientos psicoterapéuticos de cualquier escuela lograban curaciones más rápidas cuando se hacía la inducción deliberada del estado hipnótico, se pensó que el estado hipnótico en sí debía tener propiedades curativas, completamente independientes de las manipulaciones que cada escuela hacía bajo este estado.

Con esto se resucitó un procedimiento ya empleado exitosamente por “mesmeristas” como Deluze y otros. Jacob H. Cn (10) le aplicó en 1949 el nombre de “hipno-síntesis”. Este procedimiento es sumamente sencillo: consiste en inducir el estado hipnótico en el paciente y decirle que puede disfrutar de este estado como él quiera, que puede permanecer en silencio, o hablar, o reír, o hacer lo que encuentre necesario, “disfrutado la sensación de ser lo que verdaderamente es”. La profundidad del estado hipnótico no desempeña papel alguno.

Este procedimiento permite hacer no menos de diez veces más corto el plazo de tratamiento e comparación con otras formas de psicoterapia.

El estado emocional hipnótico permite al propio paciente movilizar sus fuerzas biológicas de recuperación y desarrollo, es decir, el paciente toma una participación activa en su curación. El papel del terapeuta es, en cambio, pasivo, porque en esta forma de hipnoterapia, él no procura forzar al paciente a revivir recuerdos penosos, ni a aceptar interpretaciones preconcebidas, ni le impone metas planeadas por el médico. Lo que se hace es reinstalar la misma actitud psicoterapéutica que asume la madre para normalizar un disturbio emocional en su hijo, creándole una estabilización emocional sin exigirle abstracciones, ni darle interpretaciones teóricas, ni imponerle metas. Por este motivo, la hipnoterapia moderna o tiene ninguno de los inconvenientes de los procedimientos psicoterapéuticos e los cuales el médico quiere imponer convicciones o formas de comportamiento al enfermo.

La hipnoterapia actual, por su sencillez y facilidad de aplicación está de completo acuerdo con la tendencia moderna de la psicoterapia en general, acerca de la cual escribe Leo Kanner (20): “Hubo un tiempo cuado las controversias teóricas, los esquemas fantásticos, los reclamos extraños, y las terminologías desorientadoras desanimaban a la mayoría los médicos a utilizar los métodos psiquiátricos en el tratamiento de sus paciente. Les decían ciertas autoridades que se requería una técnica elaborada y ceremoniosa...Debe ser reconfortante saber que la psiquiatría ha pasado el estadio de tanteos y especulaciones abstractas. Ella ha adquirido una confianza justificada en el sentido común crítico y natural...”

* * *

En nuestra práctica psicoterapéutica preferimos no utilizar la palabra “hipnotismo”, por lo menos en las primeras sesiones. Describimos a los pacientes el estado hipnótico como un estado de relajación, o de aprendizaje de autocontrol. Independientemente de la denominación que le damos, la técnica del tratamiento será la misma, pues solamente hacemos uso del procedimiento natural de inducción hipnótica con la ayuda de la relajación muscular (21).

Decimos desde el principio a los enfermos que al encontrarse en este estado de “relajación”, o de “aprendizaje de auto-control”, etc., algunas personas lloran, otras se ríen, hablan, tienen fantasías, se sobresaltan, o se mueven. Ellos deben sentirse en completa libertad, sin temer nada, y sin tratar de reprimir estas reacciones, pues ellas son beneficiosas para su curación.

En el caso de niños, procuramos ganar su confianza, dejándoles jugar, dibujar o pintar, o haciéndoles observar cómo inducimos el estado hipnótico en otro chico. Es imprescindible ganar la confianza del niño para poder obtener la inducción hipnótica.

Como dice Ambrose (24), la tarea más ardua es ganar la confianza del niño; logrado esto, se puede usar cualquier técnica.

Realizamos luego la inducción del estado hipnótico de la manera descrita detalladamente en el Capítulo IV. Si no se logra inducirlo en la primera sesión, se insiste en las siguientes.

Normalmente, la sesión hipnótica dura de treinta minutos a una hora. Le decimos al sujeto que se ablande de la misma manera en su casa, en un cómodo sillón, o al acostarse, lo que le ayudará a lograr este ablandamiento más fácilmente en la próxima sesión.

Como regla general, los pacientes vienen dispuestos a conversar, por lo cual hablamos con ellos durante quince a veinte minuto antes de empezar la inducción hipnótica, contestando sus preguntas en la forma más sencilla posible y dando racionalizaciones que estimulen su fe en sí mismo. Aceptamos todas sus ideas y todos sus impulsos como perfectamente naturales, cuidándose mucho de no moralizar.

Habitualmente las primeras diez o quince sesiones se efectúan día por medio, indicándose al paciente que más adelante, la frecuencia de las entrevistas dependerá de él, de acuerdo con las necesidades emocionales que él tenga. Pasado este plazo, el enfermo suele alargar el intervalo entre las entrevistas cuando experimenta una disminución de su necesidad de recibir apoyo del terapeuta. Si se repiten con excesiva frecuencia las inducciones hipnóticas, el propio enfermo deja de entrar en estado hipnótico.

A este respecto, el psiquiatra norteamericano J. M. Schneck (22) informó en 1953, en una Conferencia de la Asociación para la Investigación sobre Enfermedades Nerviosas y Mentales (Association for Research in Nervous and Mental Diseases), que “contrariamente a una opinión difundida, hay una menor dependencia del paciente frente al terapeuta en todas las formas de hipnoterapia que en los tratamientos no hipnóticos”.

Al venir el paciente a la segunda sesión ya lo informamos acerca del curso que suele tomar la curación. Por ejemplo, en el caso de la tartamudez, decimos lo siguiente:

“La curación suele ir en línea ascendente, pero no en forma continua, sino con marcados altibajos. Habrá días en que usted se sentirá muy bien y muy tranquilo, y hablará con un mínimo de tartamudez. Empezará a creer que está curado. Pero, de repente, al día siguiente, usted podrá volver a tartamudear, aún como nunca había tartamudeado en su vida. Esto no lo debe alterar, pues corresponde al curso normal de la curación. Así se seguirán los altibajos durante el tratamiento, pero los malos momentos serán cada vez más espaciados y menos marcados”.

En nuestra práctica, la mayoría de los tartamudos de más de 15 años de edad, ha experimentado una mejoría crítica ente la quinta y la décima sesión. Desde ese momento, las sesiones se hacen una vez por semana y el enfermo progresa rápidamente.

Aproximadamente un 15 % de nuestros pacientes tartamudos han vuelto una o dos veces después de terminado el tratamiento, a causa de alguna experiencia emocional difícil.

Por ejemplo, un estudiante de 25 años de edad, que había tartamudeado desde los cinco años, llegó a hablar bien después de veintiséis sesiones hipnoterapéuticas. Tres meses después pidió una entrevista suplementaria, diciéndonos que estaba hablando en forma muy satisfactoria, pero había quedado alarmado al oír decir a un profesor que la tartamudez tiende a volver después de una curación aparente. Le explicamos en una conversación de cerca de una hora que la tartamudez es síntoma de desequilibrio emocional y desaparece cuando este desequilibrio emocional se corrige. Posiblemente el profesor había leído uno de los libros anticuados que todavía abundan en las bibliotecas. Siete meses más tarde pidió otra consulta porque había tartamudeado varias veces en un examen difícil. Le volvimos a decir que posiblemente todos sus compañeros de clase tienen dificultad para expresarse cuando deben hablar acerca de algo que no saben, pero esto no significa que son tartamudos, porque vuelve rápidamente a hablar de modo normal. La salud emocional no es la indiferencia completa a los momentos difíciles, sino la capacidad de normalizarse pronto después de cada experiencia traumática. Él ha demostrado que tiene esta capacidad de normalización, pues volvió a hablar bien después del examen.

El plazo de tratamiento de los tartamudos depende en gran parte de la edad del enfermo, obteniéndose curaciones tanto más rápidas cuanto más joven es el paciente

Otro factor que influye sobre la rapidez del tratamiento es el ambiente que rodea al enfermo.

Atendimos a un niño de 3 años de edad, tartamudo desde los 6 años, sin obtener ninguna mejoría al cabo de quince sesiones. Luego nos enteramos que después de cada sesión, la madre le decía en forma terminante que ese tratamiento no servía para nada, porque la tartamudez no se cura con relajación, sino con ejercicios de la garganta, y él estaba perdiendo innecesariamente el tiempo.

En vez de valerse de las más pequeñas mejorías para alentar al paciente, la madre hacía uso de su relación hipnótica constante, de tipo “negativo”, con el hijo para neutralizar la relación hipnótica que él tenía con nosotros. Cuando se citó a la madre para explicarle el mecanismo del tratamiento y se mencionó el hipnotismo, ella dijo que ésas eran cosas diabólicas y que ahora se daba cuenta que había tenido razón al pensar que nada bueno resultaría de ello.

campo de Aplicación de la Hipnosis Terapéutica

Es un gran error suponer que la hipnosis “sirve solamente para los trastornos funcionales” (o “neuróticos”, o “hipocondríacos”, o “imaginarios”). Al contrario, los enfermos que son beneficiados en forma más espectacular por la hipnosis son aquellos que sufren de enfermedades definidamente “orgánicas”. Estos últimos consultan, no al psiquiatra, sino al médico general.

Toda la moderna Medicina Psicosomática está fundada sobre la noción de que las emociones pueden originar y agravar las enfermedades orgánicas. Ya no se discute el frecuente origen emocional de la úlcera de estómago, la hipertensión arterial, muchas enfermedades cardíacas, la colitis ulcerosa, los eczemas, el bocio exoftálmico, y un sinnúmero de otros estados morbosos.

Como dice acertadamente Más de Ayala (23): “Muchas enfermedades orgánicas causadas por factores externos o por microorganismos no se hubieran producido si la resistencia natural y la energía vital del sujeto no estuvieran debilitadas por la tensión emocional que surge de la vida cotidiana en su lucha por la existencia.. NO obedece sólo a razones microbianas el hecho de que aumenten las enfermedades infecciosas, y también las muertes, en épocas de angustia colectiva, como las que se atraviesan en las guerras y, en especial, después de las grandes derrotas o colapsos de los países”.

Lo que logra la hipnoterapia es re-establecer el balance(o la “homeostasis”) emocional, con lo cual se pone al organismo en condiciones adecuadas para la libre acción de sus fuerzas naturales de adaptación, recuperación y desarrollo. Son precisamente, estas fuerzas naturales que la hipnosis puede movilizar las que logran la curación de los enfermos (“natura medicatrix”).

Así, no ha de haber diferencia en el tratamiento de enfermedades de una u otra víscera o correspondiendo a los dominios de una u otra especialidad médica.

Con esta aclaración fundamental, pasaremos a enumerar, a título ilustrativo, algunas afecciones que ha recibido especial atención e las publicaciones sobre hipnoterapia.

Medicina General. Los disturbios emocionales causan frecuentemente trastornos en el tubo digestivo, tales como pérdida del apetito, vómitos sin causa orgánica, ardores, pesanteces, síndromes hepáticos, diarreas y estreñimientos.

Estos trastornos pueden combinarse en forma tal que simulan con gran exactitud el cuadro de una enfermedad con lesión orgánica. Un caso típico es el de los “síndromes ulcerosos funcionales”, en los cuales existen los mismos dolores, la misma acidez, el mismo espasmo del píloro, que caracteriza la úlcera del estómago o del duodeno. Actualmente se ha comprobado que los factores psíquicos pueden ser causa de una verdadera úlcera.

También se constituyen cuadros que simulan o determinan las lesiones orgánicas del hígado y la vesícula biliar, o lesiones intestinales, llegando a la colitis ulcerosa crónica que suele desesperar a los médicos que se limitan a hacer tratamientos somáticos

Muchos síntomas del corazón también tienen origen psíquico, particularmente las palpitaciones, las alteraciones del ritmo cardíaco (extrasístoles) y los dolores precordiales.

En el infarto de miocardio, la hipnoterapia suele hacer desaparece rápidamente el sufrimiento, y acelera considerablemente la curación.

Actualmente se está insistiendo sobre la influencia de los factores psicológicos sobre la presión arterial. Van Pelt (25) ha publicado los buenos resultados que logró con hipnoterapia en las formas tempranas del aumento de la presión.

Es bien conocido el hecho de que los estados de “nerviosismo” pueden repercutir sobre el aparato urinario, causando micciones imperiosas, y aún involuntarias. La s micciones involuntarias repetidas, generalmente nocturnas (eneuresis), muy rara vez tienen origen orgánico, debiéndose en la mayoría de los casos a causas psicológicas Hay una experiencia muy extensa con el empleo de la hipnoterapia en la enuresis de los niños. Abundan las publicaciones sobre este tema, siendo una de las más importantes la de Koster (26), que ha atendido 2.500 enuréticos (en su gran mayoría menores de 16 años de edad, aunque también algunos de 17ª 46 años), hallando que la hipnoterapia constituye un tratamiento ideal para estos casos, capaz de dar un 98 % de curaciones permanentes si el enfermo no es abandonado demasiado pronto.

También se han obtenido excelentes resultados con hipnoterapia en casos de impotencia y eyaculaciones precoces.

Uno de los terrenos de aplicación de la hipnoterapia más interesante es el de las enfermedades alérgicas. Ha pasado el tiempo en que se tenía un concepto simplista de estas enfermedades, suponiendo que son producidas por una reacción química dentro del organismo comparable a una reacción química en la probeta del laboratorio: la unión de un “alérgeno” que viene de afuera, con un “antígeno” que está en el cuerpo, produciendo el “choque” que causa los síntomas. Hoy se sabe que el proceso alérgico resulta de un mecanismo sumamente complejo, en el cual desempeña un papel importante los factores psíquicos.

Como demostración de este hecho, están los numerosísimos casos en que la precipitación de los accidentes alérgicos no es producida por un “alérgeno”, sino por un trastorno emocional o un reflejo condicionado. Es bien conocida la clásica auto-observación de Trousseau, que tuvo un ataque de asma por alergia a la avena al enterarse que un criado se la estaba robando, y el caso de Sir William Osler, de un enfermo alérgico a las rosas que reaccionaba con el mismo corrimiento nasal (fiebre del heno) frente a rosas de papel.

Los alérgicos suelen tener ciertas modalidades de trastornos de su personalidad. F. Escardó (27) ha encontrado que los niños asmáticos tienen frecuentemente temores, aprensión a la enfermedad, tendencia a sonrojarse en forma excesiva, enuresis, mordedura de uñas o tendencia a la fabulación. Se ha visto que los accidentes alérgicos, muy frecuentes en los caos de “psiquiatría menor”, son sumamente raros en los psicóticos internados en hospitales de enfermedades mentales (28).

La psicoterapia puede producir enormes beneficios en los casos de alergia (asmas, urticarias, fiebre del heno, etcétera), que desesperan de obtener mejoría con cualquier otra clase de tratamiento (29, 30).

Así, citamos en un trabajo (31) nueve casos de niños de cuatro a ocho años de edad, traídos solamente por ansiedad, y síntomas diversos de origen psíquico (temores, timidez, enuresis, crisis de llanto, vómitos, problemas de conducta, etc.), que tenían manifestaciones alérgicas en la forma de asma y urticaria. Al hacer un tratamiento hipnoterapéutico suficiente para obtener la desaparición de los trastornos que motivaron la consulta, de 3 a 12 sesiones hipnóticas, observamos modificaciones notables en su estado alérgico. No volvió a producirse ninguna manifestación de la alergia en un período de dos años de observación, en 3 casos; las manifestaciones se hicieron muchísimo más leves y espaciadas en 4 casos y no hubo modificaciones de la alergia en dos casos.

Abundan las enfermedades psicógenas catalogadas como “reumáticas”, habiendo numerosas publicaciones de mejorías o curaciones totales de las mismas con hipnoterapia.

Otro problema interesante es el de la obesidad. El paciente obeso no es meramente una persona que ingiere un exceso de alimento, sino una persona emocionalmente tensa que encuentra un alivio para su tensión al comer. En esto es comparable al fumador o al alcoholista. Por este motivo, el obeso puede tolerar un régimen dietético intensivo y breve, que ocupa su pensamiento, pero le es sumamente difícil mantener un régimen dietético constantemente. La hipnoterapia efectúa un tratamiento radical al mejorar la tensión emocional en sí.

Neurología. El neurólogo atiende muchos cuadros dolorosos: dolores de cabeza, jaquecas, las más diversas “neuralgias” y “neuritis” que pueden ser sumamente rebeldes a los calmantes, a las inyecciones de vitaminas, las aplicaciones locales, los masajes, la diatermia, etc., mejorando solamente con psicoterapia.

Otras veces están afectadas las funciones motrices, dando origen a parálisis y contracturas, espasmos, movimientos involuntarios o imperiosos, tales como temblores, movimientos coreiformes, tics, etc También puede haber cegueras, sorderas y anestesias. La histeria clásica ha sido definida por una rica sintomatología de esta índole

Se sabe que la epilepsia tiene múltiples formas y que en el 50 % de los casos se benefician con la hipnoterapia. Rosen (32), por ejemplo, ha tomado el caso de una epilepsia curada con hipnoterapia, que había sido rebelde a todo otro tratamiento, incluso a la neuro-cirugía, para describir e forma detallada, entrevista por entrevista, el procedimiento hipnoterapéutico que él emplea.

Puede ser incluidos en este grupo los enfermos insomnes, los que se muerden las uñas (onicofagia), los alcoholistas, los grandes fumadores, los que se sonrojan con excesiva facilidad, los tartamudos, etc.

Estos enfermos, considerados muy difíciles de tratar, responden admirablemente a la hipnoterapia. Como sus síntomas son evidentes y su mejoría fácil de comprobar, ellos constituyen los casos que se describen con mayor frecuencia para mostrar la eficacia de la hipnoterapia.

La tartamudez es tratada corrientemente con hipnoterapia en el día de hoy. Hay a este respecto publicaciones interesantes de Levbarg (33), McCord (34) y muchos otros.

Nuestra experiencia personal en el tratamiento de tartamudos, acerca de la cual ya hemos hecho algunos comentarios, comprende curaciones logradas en pacientes de cinco a cuarenta y cinco años de edad. Los casos más espectaculares son propios de los niños, pudiendo obtenerse en éstos curaciones hasta en cuatro a seis sesiones, en condiciones ambientales favorables.

Pediatría. Los casos psicosomáticos que se encuentran en los niños son muy semejantes a los que el médico general ve en el adulto.

Es bien sabido que el niño tiene la peculiaridad de ser fácil de hipnotizar, y que los resultados de la hipnoterapia son particularmente rápidos en él (24).

A igual que otros terapeutas, hemos tenido excelentes resultados en casos de ansiedad, temores, enuresis, tartamudez, estados alérgicos, obsesiones, mordeduras de uñas, dificultades escolares, etc., tanto más rápidamente cuanto más pequeño era el niño y más normal el ambiente que lo rodeaba

Enfermedades cutáneas. La medicina moderna ha dejado de ver los problemas cutáneos como problemas puramente “locales” en los cuales se debe utilizar algo que “seque las lesiones húmedas y humedezca las lesiones secas”. La piel es vista actualmente como una parte importante del organismo total, y sus enfermedades como la expresión de una alteración en ese organismo.

La piel parece ser particularmente sensible a las influencias psíquicas, conociéndose bien el enrojecimiento de la “vergüenza”, la palidez del “miedo”, el aspecto moteado de la “ira”, el aumento de una picazón cuando se teme la necesidad de rascarse En el capítulo referente a los fenómenos hipnóticos hemos indicado la posibilidad de producir enrojecimientos difusos (eritemas), manchas (máculas), lesiones en relieve (pápulas), hemorragias de la piel, y según algunos investigadores, también ampollas.

Estos hechos son suficientes para indicar la aplicación de la hipnoterapia en las afecciones dermatológicas. Efectivamente la hipnoterapia ha sido empleada con resultados excelentes e diversas afecciones. MacDowell (35) cita éxitos hipnoterapéuticos en casos de alopecia areata, dermatitis medicamentosa, eczema, eritrodermia, hemorragias espontáneas, liquen plano, neurodermatitis, pénfigo vulgar, prurito, soriasis rosácea, transpiraciones profusas, urticaria y verrugas. Kartamisev (36), en Rusia, practica la hipnoterapia, en un grupo muy similar de enfermedades.

Ginecología y Obstetricia. Éste es un importante campo de aplicación de la hipnoterapia.

El factor psicológico tiene un papel muy significativo en muchos casos de menstruaciones dolorosas (dismenorrea), en los cuales no se encuentra causa orgánica evidente, o se encuentra una causa orgánica de importancia dudosa, por ejemplo, una pequeña anormalidad en la posición del útero, o un pequeño quiste de ovario, que son insignificantes en relación con las lesiones que otras mujeres toleran perfectamente. Otras veces hay dolores de cabeza o estados de tensión en los períodos premenstruales o menstruales, que también mejoran con hipnoterapia.

Las irregularidades de la menstruación también tienen mucho que ver con la inestabilidad emocional de la mujer. Un disturbio emocional puede ser causa de menstruaciones escasa (oligomenorrea), falta de menstruación (amenorrea), o menstruaciones excesivamente abundantes o frecuentes, como también de hemorragias intermenstruales.

Un cuadro psicosomático curioso es el de la pseudociesis o simulación de un embarazo, que no consiste en un fingimiento voluntario, sino e la reproducción exacta de todos los síntomas secundarios del mismo. Además de la ausencia de menstruaciones, puede haber malestares digestivos, distensión abdominal (habitualmente por gases) y aún modificaciones de las secreciones endocrinas.

La frigidez, problema psicológico, ha sido curada con éxito con hipnoterapia.

Krogery y Freed (36), como muchos otros autores, insisten sobre la esterilidad psicógena, explicádola por un espasmo de las trompas que impide que el óvulo llegue a ser fecundado. Este espasmo ha sido comprobado al hacer la insuflación de las trompas en el estado corriente y en el estado hipnótico (que lo suprime).

Se ha demostrado la enorme eficacia de la hipnoterapia en el tratamiento de las náuseas y los vómitos de los primeros meses de embarazo. Kroger y De Lee (37) han curado en esta forma 19 casos, algunos de los cuales habían llegado a un estado tóxico extremadamente grave.

Quien tiene el mayor número de casos de vómitos de embarazo curados con hipnoterapia es Platonov (38), que con sus colaboradores logró curar un 84 % de 593 casos bien manifiestos, haciendo un promedio de siete sesiones por enferma.

De modo similar, se han obtenido mejorías de los ardores de estómago del embarazo. También se ha logrado evitar abortos, eliminando el “hábito abortivo” de una mujer.

Otra aplicación interesante de los procedimientos hipnoterapéuticos se refiere a los problemas de la lactancia. Es bien conocida la enorme influencia que los factores psicológicos ejercen sobre la secreción láctea. Dumbar (39) ha hecho una revisión de la bibliografía acerca de este tema. Ya en el siglo pasado, la escuela francesa de hipnotismo dirigida por Liébault y Bernheim, había hecho innumerables observaciones acerca de la posibilidad de aumentar o disminuir la secreción de leche, haciendo uso del hipnotismo.

En los últimos años el hipnotismo ha venido a ocupar un lugar cada vez más importante como medio de obtener el parto sin dolor, desplazando otros procedimientos (40).

Entre las embarazadas pueden encontrarse diferentes clases de sujetos. Algunas son capaces de lograr el fenómeno hipnótico de una anestesia completa, al grado de no sentir ningún dolor durante el proceso del parto.

Otras mujeres logran un estado en el cual sienten el estímulo doloroso, pero éste no les produce ningún efecto emocional de “mortificación” o “desesperación”.

Finalmente, están los sujetos que no pueden adquirir el fenómeno de la anestesia. Aun así, la inducción hipnótica las beneficia por la estabilización emocional que produce en ellas. Esta estabilización emocional es buscada en el procedimiento del “parto natural” de Grantley D. Read, que, como lo ha demostrado Kroger (41), corresponde a un procedimiento hipnótico “despierto” que elimina el temor al parto, y con él la agudización de las molestias derivadas de ese temor.

Como hecho curioso, es digno de destacar que Grantley Read, en la última edición en español de su libro “Parto sin Dolor” (49), niega categóricamente que su procedimiento de “parto natural” tenga relación alguna con el hipnotismo, y se expresa en tono irónico acerca de la aseveración del profesor de obstetricia W. S. Kroger de que aquel procedimiento corresponde exactamente al hipnotismo despierto.

No dudamos que el famoso obstetra Read conozca los adelantos de los conocimientos acerca del hipnotismo como un hecho inseparable de la vida diaria. Si afirma que su procedimiento nada tiene que ver con el hipnotismo, posiblemente lo haga con fines puramente propagandísticos, pues sabe que la sola palabra “hipnotismo” trae a la mente de muchas personas la idea de algo temible, dominador y nocivo.

No ha sido él el primero en poner cuidado de evitar toda alusión al hipnotismo al difundir un procedimiento basado en la hipnosis.

Para que el lector pueda convencerse por sí mismo de que el “parto natural” de Read no es más que un procedimiento hipnótico, haremos la siguiente breve confrontación entre lo que él recomienda, y el procedimiento de inducción hipnótica que hemos descrito en el presente libro.

El Dr. Read insiste e que su procedimiento está fundado exclusivamente en la relajación y en el convencimiento de la mujer de que el parto es un proceso completamente fisiológico y que el dolor no tiene por qué existir en él. Afirma en la página 231 del citado libro, que no se debe abandonar a la paciente hasta que nos se haya conseguido un estado bien definido de relajación muscular controlada de todo su cuerpo. Indica en la misma página que para lograr esta relajación el terapeuta debe hablar en forma tranquila, demostrando comprensión, sinceridad y amable atención. Se hacen entrevistas repetidas de entrenamiento de “relajación” y se da a la mujer la tarea de practicar esta relajación durante media hora en su casa. Afirma (pág. 329) que las molestias del parto serán tanto menos marcadas cuanto más hábil sea la mujer para lograr la relajación.

Los autores, en su trabajo terapéutico y de experimentación inducen el estado hipnótico solamente por medio del “ablandamiento”(ver sección dedicada al procedimiento natural de inducción del estado hipnótico). Para la obtención del resultado deseado, procuraremos asumir una actitud comprensiva y aceptadora, y hablar al sujeto con la misma tranquilidad y suavidad con que los padres hablan a un niño. Para lograr un estado hipnótico más profundo decimos al sujeto que se entrene en su casa en este ablandamiento en los intervalos de las sesiones. Damos racionalizaciones al sujeto respecto a la relación entre su tartamudez o sus trastornos psicosomáticos y su estado de tensión nerviosa. Como Read, no utilizamos la palabra “hipnotismo” en las primera sesiones, para que el paciente experimente el estado hipnótico y reconozca que se trata de un estado normal que él ha tenido en su vida diaria. Cuando le decimos luego que hemos hecho hipnotismo, son muy poco los pacientes que quieren creerlo.

La igualdad queda a la vista.

Read considera que, de todos los factores que intervienen en su procedimiento, lo esencial para la obtención del parto sin dolor es hacer comprender a la mujer encinta los mecanismos fisiológicos del parto, por medio de explicaciones, diagramas, etc., quitando importancia a la relación interpersonal entre el terapeuta y el paciente- que constituye una relación hipnótica.

El error de la suposición de Read fue demostrado por medio de una experiencia en enorme escala efectuada en la Unión Soviética, donde un procedimiento muy similar al de Read fue aplicado a centenares de miles de mujeres, bajo la denominación “parto sin dolor por psicoprofilaxis”.

La utilización de este procedimiento fue hecha obligatoria en todo el territorio de la Unión Soviética por una orden del Ministerio de Salud, dada en febrero de 1951 y acompañada de instrucciones detalladas respecto a lo que debía hacerse. Estas instrucciones indicaban que el requisito básico para la obtención de un parto indoloro era informar a la mujer embarazada acerca de los mecanismos del parto.

Este método, basado exclusivamente sobre informaciones, que por lo general eran dadas fría y formalmente a las mujeres el curso de las consultas ordinarias del médico, o aun estando la paciente sobre la camilla en trabajo de parto (¡) tuvo rotundos fracasos.

Estos fracaso han sido revelados en todos los informes de los Académicos, profesores y médicos destacados que acudieron al Congreso de la ciudad de Kiev, celebrado en febrero de 1956 (50) con el fin expreso de resumir los resultados de cinco años de experiencia y de proponer perfeccionamientos a este método.

Así, uno de los relatores, el profesor Konstantiov, destacó que “no era comprensible por qué mujeres médicas, con suficientes conocimientos acerca de la fisiología los mecanismos del parto sufrían dolores al dar a luz..” y declaró que “no se puede lograr partos indoloros mediante la descripción del acto del parto; la idea de un parto indoloro solamente puede ser sugestionada...los mejores resultados psicoprofilácticos fueron obtenidos precisamente por los médicos que eran capaces de sugestionar...”

Se encuentra conclusiones muy análogas en todos los demás informes, reconociendo la ineficacia de la información formalmente impartida, y destacando la necesidad de hacer hincapié en una actitud comprensiva, estimulante, tranquilizadora, etc., hacia la paciente, dándole al mismo tiempo sugestiones de parto indoloro.

Es ilustrativa de esta tendencia general de los relatos, la afirmación del académico Nicolaev, de que “el método psicoprofiláctico es, ante todo, un método de sugestión verbal a la mujer”.

El profesor Lurié afirmó que “la experiencia cotidiana mostró que la preparación (psicoprofiláctica) era eficaz solamente cuando el médico actuaba con calma, entusiasmo, cuando en la preparación de las embarazada había elementos de sugestión...”

El Profesor Jordania recomendó “reforzar e el procedimiento de la preparación psicoprofiláctica los elementos de sugestión directa e indirecta”.

El Profesor Petrov-Maslakov también indicó que “hay que esforzarse e intensificar y afirmar los elementos de sugestión que indudablemente están en la preparación previa de las embarazadas”.

Otros, como los Profesores Terejova y Beloshapko proponen que se combine el “procedimiento psicoprofiláctico” en su modalidad original con el empleo de drogas.

En tal caso, la información serviría solamente para elevar el nivel cultural de la mujer, obteniéndose el parto indoloro mediante las drogas.

En resumen, puede verse que la actitud comprensiva alentadora, etc., que se recomienda asumir e la gran mayoría de los relatos, no es más que la relación hipnótica, que hace posible la aceptación de sugestiones de parto indoloro. Esto es exactamente igual a lo que Read llama “proceder demostrando comprensión, sinceridad y amable atención” y “convencer a la mujer de que el parto no tiene por qué causarle dolor”. Por consiguiente, dicha actitud es el factor efectivo para la obtención del parto indoloro, y no la información acerca de los mecanismos del parto, destacada tanto por Read como en las instrucciones soviéticas.

Respecto al propio Read, hay otro hecho interesante. Su persona ha llegado a estar rodeada de tal atmósfera de presugestiones para las parturientas, que, igual a lo que ocurrió con Mesmer, su sola presencia en la sala de partos resulta suficiente para desencadenar un estado auto-hipnótico que les permite dar a luz sin dolor. Esta situación está señalada en las palabras de True (51): “Cuando Read entra en la sala de trabajo de parto, la sugestión de éxito se hace tan fuerte en sus pacientes, que basta para hacerles perder todos sus temores y cumplir la preparación que han recibido previamente”.

La inducción hipnótica no sólo elimina los sufrimientos, sino también favorece el proceso de parto. Heron y Abramson (42) han indicado la reducción de la duración del primer estadio del trabajo de parto en las embarazadas tratadas con hipnoterapia.

Rodríguez López, Reynolds, Álvarez y Caldeyro Barcia (43), han tomado trazados de contracciones uterinas, encontrado que las contracciones que habían sido irregulares antes de la inducción hipnótica se volvían perfectamente regulares en el estado hipnótico, y nuevamente irregulares después de él.

Las mismas propiedades anestésicas del hipnotismo que se aprovechan para el parto, son utilizables para otros fines. En la actualidad se está aplicando el hipnotismo cada vez más extensamente para el trabajo odontológico en los Estados Unidos y Europa.

Siendo la anestesia hipnótica la única anestesia inocua, Cochran (44) ha abogado a favor de su empleo en pacientes que tienen un profundo temor a la anestesia general o en quienes la aplicación de una anestesia química es desaconsejable, como en los enfermos cardíacos o renales avanzados, que precisan cualquier operación quirúrgica.

El proceso de la recuperación postoperatoria transcurre mucho más rápidamente y queda eliminada la necesidad de calmantes, en los individuos operados bajo anestesia hipnótica.

Diversos trastornos que pueden aparecer tras la anestesia química, tales como el hipo, los vómitos, los espasmos, etc. (aun en sus formas severas que no ceden a ninguna medicación y resultan peligrosos para la vida del paciente) desaparecen espectacularmente con la hipnosis.

Hipnoterapia de la Vida Diaria

La fuente original de la acción hipnoterapéutica reside en la relación del niño con su madre. El niño, en su peculiar situación indefensa, con dependencia completa de los mayores, con necesidades enormes, tiene su propia escala de problemas emocionales. Quitarle un juguete que le interesa puede ser equivalente a quitarle todas sus posesiones. En cualquier situación de alarma, desengaño (frustración) o dolor, el niño va corriendo a la madre, quien con su actitud comprensiva y cariñosa establece la relación hipnótica positiva, que no solamente le ayuda a estabilizar sus emociones en el momento, sino lo capacita y entrena para obtener esta estabilización por sí mismo o con una pequeña ayuda de otras personas ante los traumas psicológicos que experimentará en el futuro.

Como ya se ha indicado, las múltiples y mutuamente contradictorias escuelas y orientaciones psicoterapéuticas tienen un común denominador que es el verdadero factor curativo: es la relación interpersonal fundada en una actitud comprensiva, reconfortante, aceptadora y estimulante. Se trata de cualidades muy sencillas de todo ser humano, existentes independientemente de la inteligencia y de la profesión. Como sabemos, las relaciones interpersonales que tienen estas cualidades suelen desencadenar el estado hipnótico, con su efecto de estabilización emocional de eficacia curativa, independientemente de si tienen lugar entre el psicoterapeuta y el paciente o entre los maestros y sus alumnos, los consejeros religiosos y los creyentes, los médicos y sus enfermos, los amigos, los compañeros de estudio o trabajo, los vecinos u otros.

Todas estas persona, no sabiendo nada acerca de las numerosas y contradictorias ideologías psicoterapéuticas, ayudan a la recuperación de los trastornos incipientes, ejerciendo una acción preventiva que de acuerdo con su carácter y cultura puede corresponder a los métodos de una u otra escuela. Ellos impiden la aparición de los disturbios psicológicos de mayor entidad. Para esto no se precisa una preparación especial, sino saber tratar a la gente.

Esto muestra que la inmensa mayoría de los problemas psicológicos se resuelven fuera del consultorio del psicoterapeuta en los ambientes normales de la vida cotidiana.

Según palabras del psiquiatra norteamericano S. Rosenzweig (45), toda forma de psicoterapia puede ostentar curaciones, sea un tratamiento por persuasión, la Ciencia Cristiana, o cualquiera de las numerosas ideologías que han sido propuestas. Otro psiquiatra, Ziskind (46), también asimila las curaciones espontáneas y provenientes de fuentes religiosas y ocultistas a las psicoterapéuticas. Esto concuerda con las ideas de numerosos psiquiatras contemporáneos.

Cualquier médico ocupa una posición muy especial en cuanto a la psicoterapia. Como lo dice W. Meninger (47), “la mayoría de los problemas psiquiátricos menores puede y deben ser atendidos por el médico general y los especialistas en otros campos de la medicina”.

En toda consulta, el paciente trasmite a su médico sus problemas, sus temores, sus esperanzas, etc., y a su vez el médico transmite al paciente ya sea consejos, o material informativo, o interpretaciones (48).

La práctica ha revelado que en cualquier ambiente, los consejos más adecuados, las informaciones más exactas, las interpretaciones formuladas de la manera más ingeniosa, y los estímulos más insistentes para que la persona se exprese, fracasa al no concordar con las necesidades emocionales de esa persona.

Por otro lado, cualquier consejo, cualquier información, cualquier interpretación, cualquier oportunidad para expresarse, dan excelentes resultados psicoterapéuticos si existe una relación emocional adecuada entre dos individuos, con la debida actitud de interés, comprensión y aceptación que conduce a la relación interpersonal hipnótica.

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LA INDUCCIÓN DEL ESTADO HIPNÓTICO

LA INDUCCIÓN DEL ESTADO HIPNÓTICO

Generalidades

Los procedimientos que resultan eficaces para la inducción del estado hipnótico en la práctica tienen la apariencia superficial de ser heterogéneos y mutuamente irreconciliables. En algunos casos se induce dicho estado mediante el mismo procedimiento con el cual la madre tranquiliza y arrulla a su hijo; en otras ocasiones se golpea bruscamente un gong o se obliga al sujeto a mirar fijamente una luz centelleante, a tocar una vara “magnetizada”, etc.

Sin embargo, por debajo de esta heterogeneidad existe un principio básico, que surge de la naturaleza del estado hipnótico en sí.

Lo que se hace en todos los casos consiste meramente en estimular al sujeto, por unos u otros medios, para que él desarrolle una reacción emocional de intensidad aumentada, de modalidad estabilizadora o alteradora (1).

Como veremos más adelante, estos medios han de variar según la idiosincrasia del sujeto, las convicciones previas de éste, el ambiente individual o colectivo en que se efectúa la inducción hipnótica, etc., etc.

En algunas ocasiones el operador debe poner todo su esfuerzo e ingenio en hallar los medios y procedimientos adecuados para el caso individual de su sujeto. Esto constituye la inducción hipnótica directa o activa (2).

Otras veces, el operador es un elemento completamente pasivo, un mero catalizador de las convicciones referentes a su prestigio, de las pre-sugestiones, o de los prejuicios que ya tiene el sujeto. Estos son los elementos decisivos de la inducción hipnótica por vía indirecta, siendo a menudo indiferente lo que diga o haga el operador (2).

En la práctica, las vías directa e indirecta de inducción hipnótica suelen combinarse, con predominancia de una o de otra.

Inducción Hipnótica Mediante el Procedimiento Natural o Directo

En estos procedimientos, el sujeto es estimulado a desarrollar en sí mismo el estado emocional hipnótico por un operador (en el ambiente experimental o terapéutico) o por cualquier otra persona (en un ambiente de la vida diaria), que asume una actitud análoga a la que suelen asumir los padres para provocar un estado emocional hipnótico positivo o negativo en sus hijos.

Ya hemos indicado que la actitud comprensiva y aceptadora se asocia al estado emocional hipnótico positivo y la actitud autoritaria al negativo. Por medio de estas actitudes (y no de técnicas) se estimulan los condicionamientos y las asociaciones a la entrada en el estado emocional hipnótico que el sujeto había desarrollado en su vida, y si el sujeto está emocionalmente dispuesto para ello desencadena el desarrollo de dicho estado.

Ambrose (4), Rosen (5), LeCron y Bordeaux, (6) y muchos otros autores contemporáneos han destacado especialmente la equivalencia entre la inducción hipnótica por medio de la actitud comprensiva y aceptadora y la relación entre los padres y los hijos.

Ya describimos en el capítulo “El Estado Hipnótico” la equivalencia entre los consejos de Erickson referentes a la “preparación del sujeto para la inducción deliberada del estado hipnótico” y los consejos de Carnagie para “ganar amigos e influir sobre las personas” en la vida diaria. En realidad, no se trata de una preparación sino de la inducción hipnótica en sí, pues las manifestaciones de una actitud comprensiva y aceptadora suelen estimular los condicionamientos y las asociaciones a la entrada en el estado emocional hipnótico.

El psiquiatra australiano A. Meras (3) da consejos muy semejantes a los médicos que quieren lograr una reacción hipnótica “positiva” con sus pacientes, destacando la importancia de prestar atención a la actitud que se asume desde el primer momento de la entrevista.

Además, la entrada en estado hipnótico tiene invariablemente asociaciones con la “relajación muscular” o el “ablandamiento” o “la ausencia de tensiones”, pues desde su más temprana infancia, el sujeto se había ablandado cuando su madre lo acariciaba y arrullaba.

He aquí una ilustración de una de las muchas maneras en que se puede proceder y hablar en la práctica, para inducir el estado emocional hipnótico con fines clínicos o experimentales:

Se comienza dando algunas explicaciones perfectamente racionales al sujeto, que son adecuadas a las circunstancias y que él no tendrá dificultad alguna en aceptar. Puede decírsele:

“El procedimiento terapéutico que vamos a emplear con usted es un procedimiento de ablandamiento, que consiste e entrenarlo a dejar todos los músculos del cuerpo flojos, libres para acomodarse como quieran, y para descansar efectivamente.
Quienes experimentan este ablandamiento, lo encuentran agradable- descansan perfectamente, dejan correr sus ideas, pierden la tensión que los había estado agotando...- Hay personas que, al entrar en este estado, tienden a dar expresión a sus emociones...Pueden querer reír, llorar o hablar. A veces se avergüenzan de su espontaneidad y tratan de detener el estado de ablandamiento...Usted debe sentirse en completa libertad y no tratar de retener sus emociones...pues está en un consultorio médico...y todas estas reacciones son completamente naturales.

“Hay personas que logran un buen ablandamiento en la camilla...otras prefieren un sillón...cada persona elige lo que le resulta más cómodo...Algunas eligen la camilla y luego, al cabo de cierto tiempo, cambian al sillón...todo depende de la comodidad que logran encontrar...De usted depende la elección para empezar...Elija...y ahora...póngase bien...bien...cómodo...busque la posición más cómoda para usted...la posición que le hará más fácil ablandarse...Puede recostarse sobre el respaldo..apoyar su cabeza...póngase cómodo...todo lo cómodo que pueda...puede cruzar las piernas...poner sus manos sobre los brazos del sillón...o sobre su falda...Elija usted la posición que le es más cómoda...en la cual se siente mejor...y puede descansar mejor...”

Ser reduce luego la variedad de las palabras, cuidando de mantener una voz de tono y cadencia agradables. A la vez, pueden hacerse leves roces sobre el cabello, el brazo, o la mano del sujeto. Así se continúa:

“Ablándese usted...deje su cuerpo tan blando,...blando...que no quede ninguna tensión...ni un solo músculo tenso...como si estuviese en una bañera llena de agua tibia...y su cuerpo estuviese flotando en esa agua...blando...calientito...y cómodo...sin ninguna tensión en su cuerpo...

“Deje ablandar los músculos de su cuello...bien blandos...ablande los músculos de su cara...de su frente...de su mentón..deje que todos los músculos de su cara se ablanden...se ablanden bien, bien...Ablande sus brazos...y déjelos reposar cómodamente ablandados...muy cómodos...y bien ablandados...Ablande sus piernas...y deje que todo su cuerpo se ablande...déjelo ablandarse y estar cómodo..muy...muy ...cómodo.

“Y mientras todo su cuerpo está descansando...cómodo...blando...deje que su mente también descanse...usted está cómodo...nada lo molesta. Si quiere puede escuchar lo que ocurre a su alrededor..pero nada de ello le interesa...Ablándese usted...ablande bien todo su cuerpo...y disfrute de este estado...blando...cómodo...y agradable...”

Se puede continuar en la misma forma, con algunas variantes en las palabras o en los temas hasta que se observen señales de relajación muscular en el sujeto: un borramiento de líneas faciales, una inmovilización y expresión particular de los ojos, una caída fláccida de los miembros, y un aspecto general comparable al de un niño que descansa. Podemos afirmar entonces que el sujeto ha entrado en estado emocional hipnótico, sin haber recibido sugestiones de sueño y sin haber cerrado los ojos, en un típico “hipnotismo despierto”. El sujeto ya puede lograr los fenómenos hipnóticos de acuerdo con sus capacidades individuales.

Para inducir el estado emocional hipnótico, se puede hablar de una infinidad de temas, que pueden depender de la preferencia del terapeuta o de los deseos del sujeto.

Así, Erickson (7) ha llevado a un estado hipnótico profundo a una persona mientras ésta fumaba, hablándole en forma casual acerca de los placeres de fumar...en un cómodo sillón...mirando el humo que asciende...sintiendo la facilidad de levantar el cigarrillo a la boca...el sentido interno de satisfacción al absorberse en el acto de fumar...cómodamente...sin preocuparse por las cosas exteriores...etc.

Algunas personas adquieren el estado hipnótico con gran rapidez, en el curso de uno o dos minutos.

Si el sujeto no reacciona, hay que aceptar su comportamiento como un hecho natural y corriente, prolongar el monólogo, darle una explicación racional de lo que se busca, y preguntarle qué prefiere que se haga para que pueda ablandarse mejor. El sujeto puede decir que se varíe más el tema del monólogo, o que le gustaría imaginar que está viajando en un tren, mirando por la ventanilla, etc., etc.

Cuando se ha inducido el estado hipnótico con fines terapéuticos, no juega papel decisivo la profundidad de este estado, y el terapeuta procede como se indicará en otro capítulo.

Pero si el sujeto fue llevado al estado hipnótico con fines experimentales y se quiere obtener el estado hipnótico más profundo (el mayor grado de retrogresión psicológica) que se pueda alcanzar, se prosigue del modo siguiente:

En primer lugar hay que recordar que el operador que ha logrado hallar y estimular los condicionamientos y las asociaciones al estado hipnótico, ha dado un impulso al desarrollo de este estado por el propio sujeto. Lo más importante ahora es no perturbar este desarrollo del estado hipnótico, que el sujeto puede profundizar por sí mismo, con muy poca estimulación.

Por esto, conviene alternar períodos e que se habla y períodos en que se guarda silencio. Como regla general, hablamos durante treinta segundos a un minuto, y luego decimos al sujeto que él podrá continuar ablandándose solo, y entrar en este estado de ablandamiento cada vez más profundamente...

Pasados unos cinco minutos, se le vuelve a decir: “usted descansa...y se siente cómodo...ablandándose más...continúe ablandándose...su cabeza recostada sobre el respaldo el sillón está muy cómoda...todos sus músculos están flojos...usted se siente cómodo...y le resulta agradable este estado...usted continúa entrando más y más profundamente en este estado...Ablándese solo...Yo permaneceré a su lado...y dentro de cinco minutos le hablaré nuevamente...ablándese más y disfrute este estado...”

Se continúa de este modo hasta lograrse la profundidad hipnótica (retrogresión psicológica) que se requiere para los fines experimentales.

LeCron (8) ha descrito la obtención de estados hipnóticos estuporosos profundísimos mediante el mismo procedimiento, con la diferencia de hablar durante cinco a diez minutos y guardar silencio durante el mismo período de tiempo.

La profundización del estado emocional hipnótico es un proceso puramente individual. Algunos sujetos alcanzan inmediatamente su estado hipnótico más profundo, otros requieren horas de entrenamiento y diferentes variaciones en el modo de proceder con ellos. Por ejemplo, en algunos casos se obtiene más fácilmente la profundización hipnótica si se alternan los procedimientos positivos y negativos, o como los llama Ferenczi (9) la hipnosis “materna” y la “paterna”.

Frecuentemente, el operador quiere asegurarse que el sujeto ha desarrollado el estado hipnótico y tener una idea acerca de la profundidad de dicho estado.

Una prueba muy sencilla del estado hipnótico consiste en tocar muy levemente las pestañas del sujeto y comprobar la abolición del reflejo de cierre de los párpados. Es de interés el hecho que, en el curso de una sesión hipnótica, este reflejo suele desaparecer y reaparecer repetidamente, lo cual indica que el estado hipnótico no es inmutable sino que tiene oscilaciones espontáneas de mayor y menor profundidad.

En el ambiente psicoterapéutico, la profundidad hipnótica se aprecia de modo muy sencillo. Se hace al sujeto alguna pregunta muy simple, por ejemplo, ¿está cómodo? Y se observa su modo de responder. El individuo bajo estado hipnótico liviano responde prontamente. En cambio, quien está en un estado hipnótico más profundo contesta con cierta dificultad, apenas susurrando la palabra “sí”, o haciendo un simple movimiento de los labios, o no contesta en absoluto.

Cuando la inducción hipnótica se hace con fines quirúrgicos u odontológicos, resulta adecuado hacer la prueba de la analgesia. Se previenen al sujeto que se va a comprimir su dedo y que él sentirá la compresión pero la tolerará perfectamente. Luego se hace una fuerte compresión y se observa la expresión facial del sujeto. Es importante no decirle que él no sentirá la compresión pues el sentido del tacto se conserva mucho más que la sensibilidad dolorosa.

En el laboratorio de experimentación es corriente buscar el fenómeno de levitación de la mano como prueba del estado hipnótico, diciendo con voz suave al sujeto: “Mientras usted descansa...su mano se pone liviana..muy liviana...pronto subirá en el aire...cuanto más profundo s su descanso tanto más subirá su mano en el aire...está subiendo lentamente...etc., etc....” no es válido como índice del estado hipnótico un ascenso rápido y deliberado de la mano, sino un levantamiento lento y pausado.

También se han utilizado pruebas “desafiantes” por ejemplo, diciendo al sujeto que trate de separar sus manos entrelazadas a la vez que se afirma de modo categórico y autoritario que él no podrá hacerlo. Esta prueba, al obligar al sujeto a realizar un esfuerzo incompatible con un estado hipnótico de cierta profundidad, puede causar la salida del estado hipnótico.

Claro está que en el ambiente terapéutico estas pruebas no son necesarias ni adecuadas, pues como dice Meares con mucha razón (10), “ellas tienen una cualidad dramática o extravagante, con sabor a teatro de variedades y son capaces de alterar al paciente sensible, siendo inadecuadas para la práctica del consultorio”.

Hasta el momento hemos hablado solamente de los procedimientos que aprovechan los condicionamientos para el estado hipnótico positivo (derivado de las actitudes cariñosas y comprensivas de los padres hacia sus hijos). Pero este procedimiento no es aplicable a todos los sujetos. Hay una minoría de individuos que entran en un estado hipnótico mejor y más rápidamente con la ayuda de la relación hipnótica negativa (derivada de los condicionamientos para las actitudes severas y autoritarias de los progenitores). De acuerdo con nuestra experiencia, corresponden a este grupo los niños de seis a nueve años de edad, como también los adultos que han crecido en un ambiente familiar que los sobreprotegía sistemáticamente.

Para estos casos, la entrevista se conduce de una manera completamente diferente de lo que se ha dicho con referencia al estado hipnótico positivo. En vez de pedir, se exige, y en vez de persuadir, se dan órdenes, aunque estas exigencias y estas órdenes deben ser graduadas de acuerdo con lo que el sujeto puede aceptar.

Llevando la actitud autoritaria a un grado extremo, Woolman y Jacoby (11) describen un procedimiento “en el cual el niño es tomado y empujado bruscamente sobre una silla, con la orden “¡DUERME!”, con la cual se obtiene un estado hipnótico profundo.

También se puede recurrir a estímulos físicos, intensos y sorpresivos, como en el histórico procedimiento de Charcot que iba al extremo de golpear un gong o hacer explotar pólvora de algodón en la proximidad del sujeto.

Como ya se ha dicho el estado hipnótico negativo puede pasar con gran facilidad al positivo, y viceversa. Por lo cual se puede comenzar la inducción hipnótica en forma autoritaria, lo que determina un estado emocional hipnótico negativo y luego pasar a la actitud persuasiva que conduce al estado hipnótico positivo, o proceder a la inversa.

Para terminar la sesión, decimos, por ejemplo, al sujeto: “Posiblemente usted se ha ablandado muy bien...y descansado muy bien...y se siente muy tranquilo...sin ninguna tensión...Daremos esta sesión por terminada...hasta su próxima visita...”

Normalmente la persona se levanta del sillón. Algunos se van en seguida, otros se detiene a comentar sus impresiones. Pero hay casos muy raros (hemos tenido dos de ellos) de sujetos que, habiendo alcanzado un estado hipnótico profundo, no quieren terminar la sesión y permanecen en el sillón o la camilla sin querer levantarse. Al decírsele que la sesión está terminada y que se levante, esta persona revela una expresión de capricho, semejante a la de un niño negativista de tres años de edad (sabemos que se halla en estado retrogresivo), mueve la cabeza, frunce los labios y dice “¡No quiero!”

Le seguimos diciendo suavemente que ha estado descansando durante una hora, que este tiempo es suficiente, que la otra sesión será más larga, y que se levante. Nuevamente sacude la cabeza y dice “¡No quiero!” Si se tiene suficiente tiempo, se le puede decir que descanse cuanto quiera, y que él mismo se levantará cuando desee hacerlo. Generalmente no queda en este estado más de media hora. Pero si hay apuro, es inútil seguir hablando en forma persuasiva, pues ello solamente aumenta la terquedad del sujeto. En estos casos es preferible cambiar la actitud de persuasiva a autoritaria, siendo preferible hacerse una “transmisión de contralor hipnótico” a otro operador, quien dirá con tono severo: “Comprendo que este estado es muy agradable, y que usted no quiere salir de él, que le gusta desentenderse de las preocupaciones de la vida diaria. Pero usted podrá lograr el mismo estado en la habitación contigua, donde hay un sillón tan cómodo como éste, en el cual usted podrá continuar su estado de ablandamiento. Levántese y vaya a la otra pieza, si no lo hace, otra persona podrá ocupar ese sillón. ¡Levántese...rápido...!¡Más rápido!...Se le trata como a un niño caprichoso.

Muchos creen que la repetición de las inducciones hipnóticas hace que éstas sean más rápidas y fáciles, lográndose estados hipnóticos más profundos en el sujeto en cada nueva sesión. La práctica demuestra que tal noción es errónea, salvo para el caso especial de un limitado grupo de personas “hipnófilas” (mediums).

Inducción del Estado Hipnótico Mediante Procedimientos Indirectos

Este grupo comprende las técnicas ideadas en los siglos pasados, cuando el hipnotismo era comprendido como algo misterioso, o como el resultado de una dominación de una persona sobre otra. En la actualidad, estas técnicas son utilizadas principalmente para las demostraciones teatrales, aunque hay también quienes se valen de ellas para fines terapéuticos o experimentales, no pudiendo desligarse del pasado.

Nos referimos aquí a las técnicas de efecto misterioso o de empleo tradicional, como, por ejemplo, las miradas fijas, las bolas de cristal, las varas de hierro supuestamente magnetizadas, las luces centelleantes, y cientos de otros procedimientos, olvidados, existentes, o posibles, todo lo que pueda crear la imaginación de los hipnotizadores tanto teatrales como experimentales, en concordancia con la mentalidad y credulidad de su época.

A primera vista, todo ello parece esotérico y vinculado a fuerzas sobrenaturales, aparentemente sin responder a ninguna ley común. Pero este misterio no es más que un castillo de naipes que se derrumba con la mayor facilidad. Por extraño que parezca, estos sistemas de inducción hipnótica tienen como fundamento el procedimiento directo que acabamos de describir. En estos casos, los “poderosos hipnotizadores” no son más que simples receptores de la transmisión de contralor hipnótico de los individuos que han establecido relaciones hipnóticas directas con el sujeto en la vida diaria. Esta transmisión también puede derivar de determinadas pre-sugestiones.

Esto se podrá comprender mejor analizando algunos casos concretos.

El psicólogo Hugo Biegel (12) hizo un experimento con un grupo de estudiantes nocturnos en un instituto de enseñanza secundaria. Todos ellos ya habían actuado anteriormente como sujetos en el trabajo de hipnotismo experimental de Biegel, es decir, todos ellos habían sido llevados al estado hipnótico por él, en repetidas ocasiones.

Este experimento fue hecho con el fin de investigar los efectos de las sugestiones pre-hipnóticas. Biegel reunió a su grupo de estudiantes y les presentó a una persona que no conocían, diciendo que se trataba de un joven amigo que quería aprender a hipnotizar, y que le gustaría saber si su amigo podría hipnotizar a algunos de los presentes. Intencionadamente se dio una noción falsa a los estudiantes- pues el llamado “joven amigo” era en realidad un médico competente, que practicaba inducciones hipnóticas con fines terapéuticos y experimentales y había logrado sus mejores resultados precisamente con gente joven como ellos. Tras esta presentación, el amigo de Biegel no logró inducir el estado hipnótico en ninguno de los estudiantes presente, a pesar de haber intentado hacerlo con los individuos que anteriormente habían sido los más fáciles de hipnotizar. Ocurrieron hechos curiosos: todos estos estudiantes tomaron los actos y palabras del médico con escepticismo, críticas y risas, y hasta unos le daban instrucciones técnicas acerca de lo que él debía hacer con los otros.

En un seminario sobre hipnotismo para post-graduado, realizado en Los Ángeles en diciembre de 1953 (1), una de las asistentes a las clases fue llamada por un instructor para actuar como sujeto de Erickson en una demostración de inducción hipnótica, y entró en un estado hipnótico muy profundo cuando Erickson no había hecho más que invitarla a sentarse en un sillón.

Cuando algunos de los presentes la rodearon luego para preguntarle acerca de su experiencia en dicha sesión hipnótica, ella manifestó que era la primera vez que la hipnotizaba Erickson, y que había entrado con tanta rapidez en el estado hipnótico “porque Erickson tenía un enorme prestigio para ella, y ella había deseado siempre ser hipnotizada por él” (2).

Averiguamos más adelante que ella había colaborado sistemáticamente con el instructor que la había llamado, actuando desde tiempo atrás como su sujeto en investigaciones y demostraciones de hipnotismo, y que dicha persona le había hablado continuamente en forma muy elogiosa de Erickson, destacando sus condiciones de hipnotizador de extraordinaria capacidad y de psiquiatra renombrado.
* * *

El siguiente experimento fue efectuado por los autores:
Elegimos dos señoritas, una de veinte y otra de veinticinco años de edad, a quienes estábamos tratando por tartamudez con hipnoterapia, pero a quienes nunca se les dijo que su tratamiento tenía que ver con el hipnotismo, sino que se trataba de un “procedimiento de ablandamiento”. En el curso de su “tratamiento por ablandamiento” ambas habían logrado desarrollar estados hipnóticos bastante profundos.

Dijimos a cada una de ellas por separado, que recientemente había venido de España un médico famoso, que trataba las tartamudeces por medio de un procedimiento nuevo, haciendo uso del hipnotismo con grupos de pacientes, a quienes hacía mirar fijamente una bola de cristal, y si ellas tenían interés en probar esta forma de tratamiento, podían venir exactamente dentro de una semana, para recibir un tratamiento de prueba. Ambas aceptaron gustosamente esta proposición.

Aparte de esto, averiguamos que una de las jóvenes, que venía del campo y tenía escasa instrucción, no conocía la palabra “hipnotismo” ni asociaba nada con ella, si bien era supersticiosa y creía en fuerzas ocultas.

La otra, una empleada de oficina, quien también era supersticiosa. Declaró que el hipnotismo resulta de un poder misterioso que tienen ciertas personas con ojos fríos y penetrantes, y que al ejercer este poder sobre otros, pueden leer sus pensamientos u obligarles a hacer cualquier cosa. Ella había presenciado una demostración de hipnotismo teatral y había sentido ese poder a distancia, pues cuando el hipnotizador dijo al público que no podrían separar sus manos, ella había sentido sus dedos trabados, y había temido ser llamada a escena, pero afortunadamente, llamaron a otros. Siendo niña, había oído hablar por primera vez del hipnotismo en la casa de su tía.

El día indicado ellas fueron presentadas a este “famoso médico hipnotizador”, quien en realidad era un maestro jubilado del interior del país, quien no sabía nada acerca del hipnotismo, aparte del hecho de haber presenciado una demostración de hipnotismo teatral, hacía alrededor de treinta años. El había aceptado colaborar en nuestro experimento y asumió muy satisfactoriamente el papel de un hipnotizador de los tiempos de Mesmer.

Con un tono de voz autoritario ordenó a ambas jóvenes que mirasen sendas bolas de cristal, y les dijo que al mirar esas bolas muy fijamente...sus ojos se estaban cansando...sus párpados se estaban volviendo pesados...pesados...muy pesados..., etc. La joven que conocía el hipnotismo entró casi inmediatamente en un estado hipnótico profundo, mientras que la chica del campo no reaccionó en absoluto.

Varios días después, la chica del campo comentó sus impresiones, diciéndoos que el médico-hipnotizador le había hecho recordar a un sacerdote que había enseñado en su escuela, y que a ella no le había gustado su forma imperativa de hablar.

La empleada de oficina dijo que había una diferencia radical entre el tratamiento con relajación y el tratamiento bajo estado hipnótico, porque el primero le producía un estado agradable y descansado, con sentimiento de tranquilidad y seguridad, mientras que el “estado hipnótico” le excitaba los nervios y le causaba inquietud, y que cuando ella quiso abrir sus ojos y no pudo, experimentó el mismo estado que había tenido en el teatro cuando le dijeron que quería separar sus manos pero no podía.

Esta diferenciación entre el “estado de relajación” y el “estado hipnótico” estaba plenamente justificada, pues en el primer caso se trataba de un estado hipnótico positivo, que utilizamos en psicoterapia, y en el segundo caso, de un estado hipnótico negativo. Estos estados ya han sido definidos y sabemos que cada uno de ellos se transforma fácilmente en el otro ante un cambio de actitud del operador

* * *

¿Qué tienen en común estos tres casos?

En el primero, el experimentador ya tenía una relación hipnótica con el grupo de estudiantes, y pudo dar a éste* una sugestión indirecta que tuvo el efecto de bloquear toda posibilidad de establecimiento de una relación hipnótica entre cada uno de los estudiantes y su “amigo”. En este caso, hubo un actor decisivo: la “trasmisión de relación hipnótica” en sentido inverso. El propio Biegel interpreta el resultado de su experimento como debido a una falta de “prestigio”.

En el segundo ejemplo, Erickson “indujo” un estado hipnótico profundo con sólo decir a la sujeto que tomase asiento en el sillón. Aquí, a diferencia del caso anterior, ya intervinieron dos factores, cuya importancia comparativa es difícil de definir.

Por un lado, hubo una transmisión indirecta a Erickson de la relación hipnótica que el instructor tenía con la sujeto.

Los experimentos hipnóticos sistemáticos del instructor con esta mujer indican que había una relación hipnótica de tipo principal entre ellos. El hecho de que el instructor la invitó personalmente a ser la sujeto de Erickson, sirvió para re-establecer su relación hipnótica con ella y al mismo tiempo transmitir esta relación a Erickson

Por otro lado, en el transcurso de su relación hipnótica con el instructor, la sujeto le había oído hablar sistemáticamente acerca de la capacidad extraordinaria de Erickson como hipnotizador y psiquiatra, por lo cual, según su propia expresión, ella “había deseado siempre ser hipnotizada por Erickson”. Esto indica que dichos datos habían sido incorporados por ella con cierta emoción.

El encuentro con Erickson fue plenamente suficiente para que ella entrase en u estado auto-hipnótico de considerable intensidad, y posiblemente con una retrogresión psicológica marcada. Este estado auto-hipnótico se trasformó en una relación interpersonal hipnótica con Erickson por el solo hecho de haberla invitado a sentarse con él en el sillón.

Finalmente, en el tercer caso, una persona completamente profana en cuanto a conocimientos del hipnotismo en general y de la inducción hipnótica en particular, logró en menos de un minuto inducir un estado hipnótico profundo en una de los sujetos- precisamente en aquella que tenía una idea bien definida del hipnotismo, a la cual se adaptó la actitud de dicha persona.

En este caso, también participaron dos factores: una transmisión indirecta de la relación hipnótica de nosotros al maestro jubilado, y el desencadenamiento de un estado auto-hipnótico, que se transformó luego en una relación interpersonal hipnótica por el mecanismo ya indicado, pues es evidente que la joven había incorporado conceptos emocionalmente significativos para ella referentes al hipnotismo y a los hipnotizadores en el curso de su educación, habiéndolos reactivado y reforzado en su vida, particularmente cuando presenció la demostración de hipnotismo teatral en la cual no pudo separar sus manos.

La bola de cristal que utilizó el operador en nuestro experimento pudo haber sido sustituida con el mismo éxito por el uso de luces brillantes, pases misteriosos, o cualquier otro recurso adecuado a la mentalidad del sujeto.

La otra joven no entró en estado hipnótico a pesar de los esfuerzos del “hipnotizador” porque la palabra “hipnotismo” carecía de significación para ella. Aún la transmisión indirecta de la relación hipnótica que habíamos efectuado no dio resultado, porque la actitud autoritaria del “hipnotizador” no fue adecuada para su caso particular. Si el “hipnotizador” hubiera asumido ante esta chica de campo una actitud aceptadora, posiblemente se hubiera logrado una inducción hipnótica.

Comparando los casos segundo y tercero, vemos que el maestro jubilado, totalmente desconocedor del hipnotismo, logró inducir un estado hipnótico casi instantáneamente, y que el renombrado hipnotizador y psiquiatra de gran prestigio, Erickson logró el mismo efecto con la misma rapidez. El éxito en estos casos no fue obra del ni del maestro jubilado ni de Erickson, como tampoco el ”amigo” de Biegel fue el responsable de su propio fracaso. En todos los casos los supuestos operadores fueron simples catalizadores de sugestiones post-hipnóticas emocionalmente incorporadas por el sujeto en el curso de su educación o re-educación, o receptores de una transmisión de relación hipnótica, tanto directa como indirecta, de personas con quienes el sujeto se encontraba en relación hipnótica principal o secundaria, ya sea en la vida diaria o en un ambiente de experimentación.

Normalmente, todos los procedimientos de inducción hipnótica se entrelazan, siendo difícil o imposible definir el grado en que interviene uno u otro, en un determinado caso.

El mecanismo psicológico de la inducción hipnótica es exactamente el mismo en la vida diaria y en los ambientes terapéuticos y experimentales. La diferencia aparente está en el comportamiento de los sujetos, que depende de la motivación creada por las circunstancias y el ambiente y del grado de retrogresión psicológica, las convicciones y las capacidades del propio sujeto.

La transmisión de la relación (contralor) hipnótica es un hecho corriente en la vida diaria. El “prestigio” en todas sus acepciones, como ya hemos indicado, consiste en una transmisión de relaciones hipnóticas a una persona con referencia a determinado aspecto de su personalidad y de su campo de acción. Este prestigio puede reforzarse o perderse ante un individuo, según la concordancia o discordancia del comportamiento de la persona que lo tiene con las expectativas de éste.

Esta transmisión de la relación hipnótica también juega un papel importante en la educación de los niños, quienes acepta las opiniones favorables o desfavorables que los padres les dan acerca de otras personas, hasta que su propia experiencia emocional les haga aceptar o rechazar las relaciones hipnóticas así trasmitidas.

Es interesante hacer notar que ya en 1897, Wetterstandt (13) había observado que la inducción hipnótica se facilitaba considerablemente si el futuro sujeto recibía previamente pre-sugestiones de parientes o amigos referentes a la capacidad y condiciones del hipnotizador. Por esto, cuando se hallaba ante pacientes difíciles de hipnotizar, instruía a los parientes de éstos que les implantasen durante el sueño normal la sugestión de que serían rápida y profundamente hipnotizados por Wetterstandt. Hoy sabemos que los parientes tenían relación hipnótica con el sujeto y podía haber hecho lo mismo hablándole en estado de vigilia.

La segunda modalidad de inducción hipnótica indirecta, por intermedio de una reactivación de sugestiones emocionalmente incorporadas, trayendo un estado auto-hipnótico que se convierte en una relación hipnótica con una persona adecuada, también se encuentra con frecuencia en la vida diaria. Existe en la admiración extasiada de artistas, en la acción de ciertos curanderos, en los rituales de sectas religiosas, en los cultos primitivos, en la actuación de hipnotizadores teatrales, etc., etc.

La historia del hipnotismo está repleta de ejemplos demostrativos de esta situación. Uno de los más notables corresponde a Mesmer en el período culminante de su fama, cuando el público estaba hablando de él, dando voces de las hazañas asombrosas que él realizaba, y sus futuros pacientes estaban preparados para los efectos notables que sobrevendrían en ellos al experimentar directa o indirectamente su “poder”.

Los pacientes de Mesmer acudían con pre-sugestiones y “transmisiones de contralor hipnótico” a favor de él y del ambiente que lo rodeaba. Muy a menudo, ellos entraban en estado hipnótico profundo mientras sostenían unas varas “magnetizadas” en el consultorio, sin haber visto todavía a Mesmer. Todo lo que correspondía a Mesmer era hacer una entrada lo suficientemente impresionante con su manto negro y vara de hierro, y quienes todavía no habían entrado en estado hipnótico, lo hacían al ser tocados con esta vara.

La técnica de Mesmer fue modificada más delante de acuerdo con los nuevos conceptos y las nuevas creencias populares acerca del hipnotismo. Al final del siglo XIX se comprendía el hipnotismo como el resultado de una dominación del sujeto por una persona de “fuerza de voluntad superior” y se creía que el sujeto se convertía en un autómata dormido, si voluntad alguna.

En estas circunstancias, se esperaba del “hipnotizador” una confianza absoluta en sus poderes, y él procuraba hacer ver a los pacientes que la tenía. Revelar la más mínima duda acerca de sus habilidades para lograr el éxito, hubiera equivalido a comprometer todas sus posibilidades de lograrlo. Generalmente tomaba una actitud autoritaria, volviéndose más y más exigente a medida que el sujeto mostraba una mayor “sumisión”.

Algunos “hipnotizadores” encontraron que era conveniente demostrar sus poderes a sus nuevos pacientes, dejándoles ver otros sujetos bajo estado hipnótico. Wetterstand(13) llegó al extremo de llenar su casa con personas hipnotizadas que dormían en las diferentes piezas: un espectáculo impresionante para los que acudían por primera vez.

La finalidad del”hipnotizador” era ajustarse al papel de “un hombre de gran fuerza de voluntad”

En esos tiempos se recurría invariablemente al empleo de los más diversos dispositivos “para ayudar a la inducción hipnótica”.

Siguiendo la técnica de Braid, se ha dado preferencia a los procedimientos que fijan la vista, haciendo mirar al sujeto no solamente la clásica lamparita o bola reluciente, sino también una llave, un reloj, un espejo rotativo, el complicado dispositivo de Luys con espejo que reflejan luz intermitente, una marca sobre la pared, la mano del “hipnotizador” sostenida frente a la cara del sujeto, los ojos que lo mira fijamente, etc., etc. Otros han recurrido a estímulos auditivos, como el tic-tac de un reloj o un metrónomo, a estímulos táctiles como la fricción de la cabeza del sujeto con la mano, etc. El renombrado profesor inglés Elliotson* inducía el estado hipnótico en sus sujetos ofreciéndoles que tocasen un a moneda de níquel “magnetizada” (En una ocasión se cambió disimuladamente la moneda por un pedazo de plomo, y los sujetos igual entraron en estado hipnótico al tocarlo).

(*Figura cumbre de la medicina británica de su época, Profesor de la Universidad de Londres, presidente de la Real Sociedad de Medicina y Cirugía de Londres, uno de los fundadores del Hospital Universitario de Londres, introductor del estetoscopio en Inglaterra. (1791-1868).

Podría citarse un gran número de otras ocurrencias y “procedimientos” de apariencia misteriosa, que variaban casi hasta el infinito de acuerdo con la inventiva de los “hipnotizadores”, y en su tiempo, todos tenían éxito, porque quienes empleaban estos procedimientos no era más que catalizadores de las “transmisiones de contralor hipnótico” o de sugestiones emocionales incorporadas.

Como vemos, los métodos de inducción hipnótica en el ambiente terapéutico o experimental han variado con las épocas, de acuerdo con el desarrollo de los conocimientos en general y las interpretaciones del hipnotismo aceptadas por el mundo científico y el público. Las comprensiones nuevas del hipnotismo, y con ellas los nuevos procedimientos de inducción hipnótica no se difundieron inmediatamente, sino todavía coexisten con las comprensiones anticuadas, precisándose tiempo para que las unas sean sustituidas por las otras. Actualmente es posible encontrar personas que conservan los conceptos del hipnotismo y de las técnicas de inducción hipnótica de los tiempos de Mesmer, cuando se decía que el hipnotismo resultaba de una fuerza sobrenatural “magnética” y que la inducción se hacía por magnetizadores y objetos magnetizados.

También se encuentran personas que admiten que el hipnotismo corresponde a una dominación debida a una fuerza de voluntad, que el hipnotismo quita la voluntad al sujeto por medios misteriosos, que se puede hipnotizar a una persona contra la voluntad de ésta, que se puede obligar al sujeto a hacer cualquier cosa, que el hipnotismo es sueño, etc.

Las bibliotecas están llenas de libros escritos en el siglo pasado, o libros contemporáneos que continúan transcribiendo las viejas ideas, los cuales se utilizan para referencia en materia de hipnotismo. Esta persistencia de viejos conceptos tras la aparición de descubrimientos nuevos, tanto en los círculos científicos como entre el público, es un hecho que se ha repetido innumerables veces en la historia. Como ejemplo clásico: después que Copérnico había publicado a mediados del siglo XVI su descubrimiento acerca de la rotación de la tierra alrededor del sol, la mayoría de las universidades continuaron enseñando a varias generaciones el Sistema de Ptolomeo, según el cual la tierra está fija y los astros giran alrededor de ella.

Por este motivo, en la actualidad los terapeutas y experimentadores emplean a la vez el procedimiento de inducción hipnótica basado en la estimulación de los condicionamientos naturales a este estado, basado en la comprensión contemporánea del hipnotismo, y en los procedimientos anticuados que surgen de los conceptos del siglo pasado.

Merecen citarse a este respecto unas palabras de Erickson (1) que caracterizan en forma bien definida la situación relacionada con la inducción del estado hipnótico en el día de hoy: “Yo he tenido bachilleres que querían pases y luces fuertes y discusiones de fuerzas ocultas. Y he tenido obreros que estaban dispuestos a entrar en trance con una discusión científica del hipnotismo”.

Mientras no se comprendía la naturaleza del estado hipnótico, se han utilizado los procedimientos innecesariamente complicados para la profundización de este estado. Por ejemplo, el célebre profesor Charcot decía que para lograr un estado hipnótico profundo (sonambulístico) había que frotar la cabeza del paciente. Otros hacen alucinar al sujeto una escalera por la cual está bajando con la esperanza de que el estado hipnótico se profundice a medida que el sujeto “baja”. También se ha utilizado un procedimiento en el cual se confunde al sujeto, hablándole de cosas contradictorias.

En forma semejante, algunos han insistido en que se debe dar al sujeto antes de terminar la sesión la sugestión de que la próxima vez que venga, él entrará más rápidamente en estado hipnótico y logrará un estado más profundo. Ya sabemos que todas las sugestiones hipnóticas, dadas en un estado hipnótico profundo, tienen un resultado nulo a este respecto (15), primeramente por su efecto fugaz, y además porque equivaldrían a proponer al sujeto que la próxima vez él hablará de corrido un idioma extraño, del cual conoce solamente las primeras diez palabras. Consideramos más adecuado aconsejarle que se entrene en su casa en este “ablandamiento” mediante el cual inducimos el estado hipnótico en circunstancias terapéuticas y experimentales. Le decimos que este entrenamiento le dará la posibilidad de entrar cada vez más profundamente en dicho estado.

Al describir la inducción directa del estado hipnótico hemos indicado que si el sujeto ha entrado en este estado, él lo profundizará por sí solo, siendo necesario no perturbar el desarrollo del proceso que se ha desencadenado. Por ello hay que alternar los períodos en que el operador habla al sujeto y los períodos en que se guarda silencio.

Hemos hecho mención de los procedimientos mixtos, en los cuales se combinan la inducción hipnótica directa y la indirecta, en diferentes proporcione.

Cada persona que viene a un terapeuta invariablemente tiene ciertas pre-sugestiones referentes a él o al procedimiento que él aplica. Siendo favorables, estas pre-sugestiones pueden acelerar tanto la inducción hipnótica, como el plazo requerido para la curación del enfermo, aun cuando el terapeuta utilice solamente el procedimiento directo.

Por otro lado, todo individuo puede encontrar en el terapeuta una actitud, revelada por un gesto, una manera de hablar, una expresión comprensiva, etc., que estimula las asociaciones y los condicionamientos del sujeto al estado hipnótico, sumando su efecto al de las pre-sugestiones recibidas, aunque el terapeuta aplique el procedimiento indirecto para la inducción hipnótica.

Solamente en el caso de niños pequeños puede encontrarse la inducción directa en forma pura, pues ellos todavía carecen de pre-sugestiones*.

Las mismas reglas que rigen la inducción hipnótica individual se aplican a la inducción hipnótica colectiva.

(*: En un tiempo se creía que los niños pequeños no eran hipnotizables porque éstos no entraba en estado hipnótico con los procedimientos que hacen uso de miradas fijas, pases, etc.)

Hipnotizabilidad

Toda persona tiene la capacidad para entrar en el estado emocional hipnótico con la ayuda de una estimulación adecuada.

Pero esto no significa que cualquier operador pueda lograr la inducción hipnótica en todos sus sujetos.

Hay personas con quienes un operador tarda unos pocos segundos para lograr un estado hipnótico profundo. En otros sujetos, solamente induce un estado hipnótico liviano, requiriendo a veces más de un centenar de sesiones para ello. Por ejemplo, Bramwell describe un caso en que se precisaron 60 horas para inducir un estado hipnótico, y Erickson otro caso interesante, estudiado con fines experimentales, en el cual se logró la primera inducción hipnótica ¡solamente al cabo de 300 horas!

Como regla general, se recomienda al operador que no logra inducir el estado hipnótico en un sujeto en un número limitado de sesiones que pase este sujeto a otro operador. Un sujeto difícil de hipnotizar para una determinada persona, a veces puede ser llevado al estado hipnótico en pocos segundos por otra. El hecho es que todos los operadores tienen éxitos con algunos individuos y fracasos con otros.

Muchos autores han publicado su material respecto al porcentaje de sujetos que no lograron hipnotizar.

Wetterstandt (13)...3 %
Van Pelt (16)...5 %
Christense (17)...6 %
Liébault (18)..8.5 %
Davies y Husband (19)...19 %
Hull (20)...10.5 %
Barry,Mackinon y Murray (21)...16 %
Friedlander y Sarbin (22)...33 %

Como se ve, hay una enorme variabilidad e el porcentaje de fracasos de los diferentes autores: ¡del 3 al 33 %!*

(* Actualmente en Chile, el Prof. Dr. Julio Dittborn (23), está realizando experimentos referentes a hipnotizabilidad. Ha de destacarse que Chile ha sido el primer país de Sudamérica en incluir el hipnotismo en sus programas de enseñanza universitaria.)

Todas estas variaciones de la hipnotizabilidad dependen primordialmente de las relaciones interpersonales, pudiendo distinguirse algunos factores (24):

a) La capacidad del operador para hallar los condicionamientos o asociaciones del sujeto, vinculados a una actitud comprensiva y aceptadora, cuya estimulación desencadena el estado hipnótico tanto en la vida diaria como en el ambiente terapéutico.
b) Las pre-sugestiones o transmisiones del contralor hipnótico en relación al operador o al hipnotismo en general. Es evidente que si el sujeto comprende el hipnotismo con un criterio contemporáneo y no cree en misterios, el operador podrá mirarlo fijamente con ojos oscuros cuanto quiera, hacer cualquier número de pases, etcétera, sin que se induzca con ello el estado hipnótico.
c) La edad del sujeto. La influencia de la edad sobre la hipnotizabilidad puede ser ilustrada con una tabla sobre 744 casos de Liébault: (18)

Hasta los 7 años de edad Total 23 sin fracasos
De 7 a 14 – 65 sin fracasos
De 14 a 21- Total 87- 9 ó 10.3 % de fracasos
De 21 a 28- Total 98- 9 ó 9.1 % de fracasos
De 28 a 35- Total 84- 5 ó 5.9 % de fracasos
De 35 a 42- Total 85- 7 ó 8.2 % de fracasos
De 42 a 49 –Total 106- 13 ó 122 % de fracasos
De 49 a 56- Total 68- 3 ó 4.4 % de fracasos
De 56 a 63- Total 69- 10 ó 14.4 % de fracasos
Más de 63- Total 59- 8 ó 13.5 % de fracasos

En cuanto a la edad más baja en que se logra inducir el estado hipnótico experimental, ésta oscila alrededor de los dos años y medio (25), pues se requiere que el niño comprenda las sugestiones destinadas a probar la existencia del estado hipnótico, aunque en la vida diaria los niños son llevados al estado hipnótico por sus padres desde su nacimiento, lo cual, como ya se ha mostrado, es vitalmente necesario para ellos (26).

Para los niños de diferentes edades, juega un papel muy importante el procedimiento mediante el cual se induce el estado hipnótico, y su hipnotizabilidad depende de éste. Los niños pequeños solamente pueden ser llevados al estado hipnótico por medio de procedimientos directos. Los procedimientos directos “positivos”, en los cuales se procura imitar la manera la manera en que la madre tranquiliza y arrulla a su hijo, obtienen las inducciones hipnóticas más fáciles y rápidas en niños de 2 1/2 a 5 años de edad. En cambio, la inducción hipnótica directa mediante un procedimiento “negativo” o autoritario, da los mejores resultados en niños de seis a nueve años.

d) La idiosincrasia del sujeto. Hay personas que tienen una mayor facilidad que otras para desarrollar reacciones emocionales de intensidad aumentada (estado hipnótico).

Volgyesi (27) considera que esto constituye un rasgo familiar y habla de dos categorías de seres humanos: los “psicoactivos” que están siempre “más próximos a las apreciaciones concretas de la vida de vigilia”, y los “psicopasivos” que, en su grado extremo, “pasan toda su vida en un estado hipnótico (comparativamente)”.

Similarmente, Bjokhem (28) distingue cuatro temperamentos: A, B, C y D, de los cuales los dos últimos son los más propensos a presentar las manifestaciones del estado emocional hipnótico.

Merece destacarse muy especialmente una categoría muy reducida de individuos “hipnófilos” que son capaces de desarrollar a voluntad e instantáneamente las condiciones psicofisiológicas propias de los estados emocionales de intensidad aumentada, pero haciéndolo “en frío”, es decir, sin vivencia emocional en el momento.

De este limitado grupo se suelen tomar los “mediums” para demostraciones de hipnotismo. A la vez, comúnmente se incurre en el error de efectuar investigaciones exclusivamente sobre tales individuos y después querer aplicar las conclusiones (válidas exclusivamente para ellos) a la generalidad de las personas.

e) El estado general del individuo en el momento. En ciertas circunstancias de la vida, de enfermedad, inanición, heridas serias, trabajo de parto, post-operatorio, etc., sobreviene un aumento considerable de la hipnotizabilidad, que desaparece con la recuperación de las condiciones normales.

Es interesante que ya el Abate Faría había reconocido que una sangría puede volver hipnotizables a los que no lo habían sido previamente.

f) El hecho de formar parte de una muchedumbre humana. La muchedumbre constituye un terreno fertilísimo, tanto para el “contagio” de emociones como para la intensificación emocional por influencias recíprocas. Se ha dicho que la psiquis colectiva es una psiquis en estado hipnótico.

Por este motivo, las demostraciones colectivas de hipnotismo en clínicas, salones de conferencias, o teatros, se caracterizan por la extrema facilidad con que se induce el estado hipnótico y la gran rapidez con que se obtienen diversos fenómenos hipnóticos.

Hay una enorme diferencia entre las demostraciones colectivas de hipnotismo y la hipnosis inducida en el consultorio en individuos aislados.

El célebre fundador de la Escuela de Nancy, Hipólito Bernheim, dio testimonio de este hecho al confesar sinceramente que “sus grandes éxitos terapéuticos (con la hipnosis) había sido siempre en pacientes de sus salas de hospital, nunca en enfermos en su consultorio privado.”

4. Acerca de las Demostraciones Teatrales de Hipnotismo

Creemos que no está de más detenernos por un momento en los métodos utilizados para las demostraciones del estado hipnótico y sus fenómenos por los hipnotizadores teatrales que deambulan por el mundo, siendo corrientemente de bajo nivel cultural, pese a estar recargados de supuestos títulos. Nos interesa este tema porque los hipnotizadores teatrales han contribuido al mantenimiento de muchos prejuicios referentes al hipnotismo, aun entre personas instruidas.

Como regla, estos “seres de poder sobrenatural” viajan con un equipo compuesto de dos o tres persona bien entrenadas en el logro de los fenómenos hipnóticos más espectaculares, como la catalepsia Global, la insensibilidad completa al dolor, etc., quienes constituyen el eje d e sus funciones teatrales.

Aparte de esto, cada hipnotizador procura seleccionar del auditorio en el teatro algunas personas con las cuales podrá demostrar fenómenos también espectaculares, pero que no requieren ningún entrenamiento. La selección de personas adecuadas para tal demostración constituye la llave del éxito del hipnotizador. Para efectuar esta selección, el método más utilizado consiste en decir primeramente a todo el auditorio que junten con fuerza las manos con los dedos entrelazados y que traten de separarlas, lo cual no podrá hacer. Entre varios cientos de espectadores, puede haber una o dos docenas de individuos que efectivamente no logran separar sus manos. Luego el hipnotizador o sus ayudantes invitan a algunas de tales personas a pasar al escenario.

Como ya sabemos, éstas son personas que, gracias a sus convicciones emocionalmente incorporadas, han entrado en un estado auto-hipnótico mucho antes de ser sometida a la prueba de no poder separar sus manos. Dicha proposición del hipnotizador sirvió solamente para hacerles pasar de sus estado auto-hipnótico a una relación hipnótica con él.

Los individuos que reaccionan en tal forma ante u hipnotizador teatral son totalmente comparables a las personas que ante la sola presencia de un ratón entran en un estado emocional auto-hipnótico de diversa intensidad, reaccionando a cualquier movimiento de este animal con gritos, saltos sobre sillas, etc. El hipnotizador teatral tiene un papel tan pasivo como el ratón en la determinación del estado auto-hipnótico, con la sola ventaja de poseer el poder de la palabra que le permite orientar las reacciones de los sujetos.

La selección de las personas que fueron incapaces de separar sus manos no es suficiente para el hipnotizador teatral, pues no todas las personas que se encuentran en estado hipnótico son igualmente capaces de presentar los fenómenos que él quiere mostrar a los espectadores. Por esto, el hipnotizador comienza dando las sugestiones más diversas a los sujetos de su equipo, a la vez que observa cuidadosamente a los individuos seleccionados que se hallan en el escenario, con el fin de reconocer a aquellos que revelan en su expresión facial, sus gestos, o sus movimientos, una identificación con las personas del equipo que reciben y cumplen la sugestión de un fenómeno u otro. Esta identificación permite presumir que la persona será capaz de lograr fenómenos similares.

Ahora el ”hipnotizador” se siente seguro de sí mismo y, acercándose a las personas elegidas, procede a hacerles pases misteriosos, mirarlas fijamente, tocarlas con una varilla, darles sugestiones de que sus párpados se están cerrando, etc., etc. Con esto, se hace ver que se está efectuando una inducción hipnótica, cuando en realidad dichas personas habían logrado el estado hipnótico mucho antes, posiblemente mientras todavía no habían entrado en el teatro, sin necesidad para ello de ninguna intervención activa del hipnotizador. Luego, conociendo aproximadamente las capacidades de sus sujetos para presentar estos fenómenos en ellos, comienza a demostrar estos fenómenos en ellos si bien está siempre pronto para modificar sus sugestiones si el sujeto no tiene el comportamiento que el hipnotizador espera de él.

El éxito suele lograrse con gran facilidad porque el auditorio pronto se constituye en una “multitud psicológica”, adquiriendo con ello una gran tendencia a la intensificación emocional y a la imitación recíproca.

A veces los hipnotizadores teatrales pasan momentos muy desagradables, frente a los cuales su escasa cultura los deja desorientados. Ello puede suceder cuando el hipnotizador da la orden de despertar a un sujeto, y el sujeto asume una actitud caprichosa, negándose a hacerlo. En un ambiente terapéutico el proceder adecuado sería tratar a este sujeto como se trataría a un niño caprichoso, o dejarlo dormir sin prestarle atención hasta que él mismo salga de su estado hipnótico. Pero en el escenario puede no haber tiempo suficiente para ello. Este hecho poco frecuente suele ser objeto de muchos comentarios, diciéndose que al hipnotizador le faltó fuerza de voluntad, que ocurrió algo temible, etc., etc

Hay otras situaciones, todavía más raras, que nada tienen que ver con el hipnotizador en general o el hipnotizador en particular. Puede dar la casualidad que el sujeto que se presta a la demostración teatral sea un enfermo de narcolepsia* que debido a su enfermedad sufre una tendencia a caer frecuentemente en un estado de sueño profundo. Si la demostración de hipnotismo coincide con uno de sus ataques de sueño, o dicho ataque sobreviene a poco tiempo de la demostración y se prolonga un día o más, la culpa del sueño prolongado del enfermo es atribuida injustificadamente al hipnotizador y la prensa se apresura a hacer comentarios sensacionalistas a este respecto.

Algo muy similar ocurre con los enfermos que sufren de psicosis alucinatoria y no hacen más que demostrar en el escenario las alucinaciones que tienen habitualmente. Como es obvio, estos enfermos continuarán alucinando después de terminada la demostración teatral. Pero habrá quien interpretará sus alucinaciones como la “terrible” consecuencia de una sugestión que el hipnotizador dio y se olvidó de retirar, ilustrativa de lo peligroso que puede ser el hipnotismo.

Ha de agregarse que los hipnotizadores teatrales suelen mezclar las demostraciones de hipnotismo con demostraciones de trucos ingeniosamente preparados que da la idea de una aparente clarividencia, lectura de pensamiento, etc., con lo cual se aumenta aún más la confusión que rodea al hipnotismo.

(* La narcolepsia, o hipnolepsia, o hipersomnia paroxística, o enfermedad de Gelineau, es una enfermedad crónica, poco frecuente, que se inicia preferentemente en la pubertad y se observa más en el hombre que en la mujer, caracterizándose por ataques bruscos de sueño que pueden durar minutos, horas y en casos extraordinarios aun días (mal narcoléptico).

BIBLIOGRAFÍA

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posted by Hypatia at 12:37 PM