lunes, 7 de febrero de 2011

Pensamiento y entrenamiento de la voluntad (2/2)

Ejercicio número 1:

Técnica de Refuerzo de mirada

Estos ejercicios están pautados como elementos capaces de modificar la conducta de terceros, bajar sus defensas psicológicas, obligarles a actuar en el sentido que nosotros queramos y acatar nuestras sugestiones. En verdad, se encuentran teñidas de mecanismos hipnóticos. Pero, fundamentalmente -o a través de ello- incrementar la Voluntad.

Parten del supuesto que, por el comportamiento visual de un sujeto, no solo podemos juzgarlo con bastante acierto sino asimismo, por ejemplo mirándolo fijamente a los ojos, vencer sus mecanismos de resistencia.

Decimos de quien conversa con nosotros sin mirar nuestro rostro que se trata de una persona débil, de carácter inseguro o falso, por regla general, acordamos que quienes "miran el paisaje" mientras conversamos no expresan la realidad de sus pensamientos y sentimientos, mientras que el "observador del tercer botón" porque siempre parece estar mirando el tercer botón de nuestra camisa) es un individuo de poca firmeza mental o espiritual.

Nuestra firme mirada desconcierta y apabulla, y la confusión es el instrumento ideal para evitar que el otro organice sus defensas y contraataque. Para poder transmitir nuestras convicciones con nuestra mirada sin traicionarnos existe una pequeña trampa: mirar, no los ojos en sí de la otra persona, sino sólo uno de ellos, fijar allí nuestra vista y concentrarnos hasta distinguir nuestra imagen reflejada en la pupila del otro. Si la distancia no lo permite, visualizar ese reflejo. Esto brinda seguridad, confianza, ya que distrae a nuestro inconsciente de la opresión del "sentirse observado" hacia la sensación gratificante de reflejarse en un espejo.

El entrenamiento consiste en sentarse a unos cuarenta o cincuenta centímetros del rostro del compañero y permanecer todo el tiempo que sea necesario observándose fijamente en forma mutua (lógicamente, pudiéndose pestañear) con la vista clavada en un ojo, esforzándose por observarse a sí mismo reflejado en ese ojo, y con la mente ocupada sólo en eso.

Los mecanismos psicológicos con que fuimos educados no conciben a la mente conciente enfrascada en una tarea aparentemente tan mínima como esa. Por eso, aunque en principio creamos que se trata de un quehacer muy sencillo ("¿quién puede tener problemas en eso de mirarse a los ojos, simplemente?") nuestro inconsciente -que no va a transar a la hora de dejarse controlar por nuestro yo conciente- va a jugarnos algunas malas pasadas; trata de "llenar" ese vacío de acción sin acción y es por ello que sobrevienen deseos de mirar hacia otro lado. Los estímulos exteriores (ruido, por ejemplo) aparecen enormemente amplificados, nos atacan incontrolables deseos de reírnos, o el rostro de nuestro compañero parece transformarse, brillar o desvanecerse. Esto nos enseña cuán lejos estamos de conocer los procesos mentales y, en consecuencia, de controlarlos. Y esto nos lleva al ejercicio siguiente.

Practicando con cierta periodicidad esta técnica observaremos que nuestras determinaciones (por ejemplo, en las conversaciones con terceros, durante una venta o un examen) parecen mucho más firmes e influyentes. A ello debemos sumar el necesario mecanismo vocal (voz más bien grave dentro de nuestros propios tonos, pausada sin ser lenta, tonos claros, con repetidos "picos tonales" e irregular distribución de los tiempos de dicción) y el incremento en esa faceta, el éxito personal será sumamente significativo.

Ejercicio número 2

Enfocar la atención a mejorar la relación con los problemas cotidianos

La vida del ser humano se asemeja a una senda con pendientes y asperezas que en muchos tramos exige un esfuerzo especial para recorrerla. Para que esta senda no se transforme de difícil en intransitable, uno ha de discernir con claridad las dificultades que debe superar de los problemas que tiende a originar.

Las dificultades son propias de la vida y marcan los momentos que exigen mayor atención y esfuerzo. Nadie está libre de dificultades: todos los seres humanos tienen que luchar para subsistir, están sujetos a accidentes, a enfermedades, a catástrofes naturales o no, a las limitaciones de la sociedad, a la declinación y la muerte. Precisamente, las dificultades señalan los obstáculos que es necesario superar para continuar desenvolviéndose.

Los problemas, en cambio, son originados por uno mismo al no saber enfrentar las dificultades.

Uno puede saber fácilmente cuándo enfrentar una dificultad y cuándo un problema, observando su actitud. Cuando se confronta una dificultad se acepta ese desafío y se está pronto para responder a él. Uno comprende que lo que sufre es parte de la vida y busca en sí mismo recursos que lo ayuden a superar la dificultad. Comprende también que necesita consejo y lo busca con una actitud abierta, dispuesto a trabajar. Por el contrario, cuando uno confronta un problema busca soluciones fuera de sí mismo, culpa a otros y, sobre todo, desoye los consejos que lo estimulan a que descubra sus opciones, desarrolle su discernimiento y genere en sí mismo las fuerzas para superar la situación.

Cuando se tiene un problema se quiere dejar de sufrir. Uno desea especialmente que algo o alguien cambie para eliminar la causa de su sufrimiento. Esta actitud frecuentemente lleva a estrellarse contra la propia impotencia, ya que muy pocas veces uno puede cambiar las circunstancias o las personas imponiendo sus deseos. Como con angustia y reacción no consigue superar el problema, hace un problema mayor del conjunto de problemas que genera con su actitud.

Una causa frecuente de problemas es la actitud de pretender alcanzar objetivos sin tener que recorrer el sendero que lleva a ellos. El ser humano lo quiere todo, pero rechaza el esfuerzo necesario para realizarlo. Es fácil esforzarse mientras hay entusiasmo; pero cuando éste decae es común pensar que la vida es dura con uno y sumirse en el desaliento[1]. Esta actitud transforma una dificultad natural en un problema insoluble, ya que nada ni nadie puede otorgar lo que se desea: no tener que esforzarse.

Otra dificultad que generalmente se transforma en problema es la que presenta el paso del tiempo. Las dificultades propias del envejecimiento son naturales y evidentes para cualquiera que esté dispuesto a verlas. Pero cuando alguien no quiere enfrentarlas, la solución que pretende es no envejecer, o envejecer sin sufrir los inconvenientes inherentes a la edad. Como no se puede lograr, cuando el envejecimiento trae dificultades se las transforma en fuente de miedo y resentimiento y, al buscar maneras para no enfrentar la situación, se crean problemas serios.

Es obvio que estos problemas no tienen solución, que la manera de superar las dificultades es enfrentarlas y trabajar sobre ellas. No aceptar las asperezas del camino es no aceptar el camino; no aceptar las dificultades es lo mismo que no aceptar la vida. La relación con los problemas ha de ser decidida y enérgica.

El único camino transitable que la mente tiene delante es comprender la naturaleza de sus problemas y el rol de su actitud en el origen de los mismos. No le ayuda saber si tiene razón al quejarse, si padece por culpa de algo o de alguien. Su problema no terminará castigando a un culpable ni esperando que cambie lo que no está en sus manos cambiar. Solamente trabajando sobre sí mismo el ser humano puede eliminar el problema, ya que en su interior tiene poder para cambiar, mejorar, comprender y realizar.

Cuando alguien descubre su fuerza interior y comprende que el origen de sus conflictos está en su actitud, sus problemas se simplifican hasta ser sólo las dificultades propias de la vida, que ella debe superar para desenvolverse. Cuando uno comprende su actitud, indefectiblemente encuentra el consejo oportuno, la ayuda necesaria, la fuerza interior que lo lleva a superar las dificultades. La relación con las dificultades ha de ser humilde, simple y valiente.

La relación con las dificultades es humilde cuando comprendemos y aceptamos nuestros límites; cuando sabemos reconocer el pequeño porcentaje de acontecimientos que podemos controlar y aceptar el resto como desafío para extraer la enseñanza que ellos encierran. Quien es humilde sabe que la ley de la vida no se puede cambiar a su antojo, que la única vida que puede vivir es la suya y que las dificultades que encuentra también le sirven como puntos de apoyo para su labor interior. El hombre y la mujer humildes pueden prever las dificultades pues al mirar la vida sin arrogancia ven con claridad el camino que tienen adelante.

La relación con las dificultades es simple cuando uno ama la verdad más que a la imagen que se hace de sí mismo. Quien anhela conocerse no interpreta las dificultades con razones rebuscadas. Sabe que las dificultades significan trabajo y esfuerzo y no las usa para tenerse lástima a sí mismo ni para justificar una actitud de derrota. Se ve a sí mismo tal como es, con virtudes y defectos, con limitaciones y posibilidades, y mira con ecuanimidad el camino que tiene por delante.

La relación con las dificultades es valiente cuando mueve a no retacear esfuerzos para superarlas. La mente sabe que tiene en sí misma la fuerza para realizar su vida en toda su plenitud y se pone a trabajar con toda su energía para su propio bien y el de todos los demás.

Cuando uno sabe que su fortaleza depende de su actitud frente a las dificultades, deja de soñar con una vida fácil y concentra su energía en trabajar para recorrer firmemente su camino de desenvolvimiento hasta el final.

Ejercicio número 3

Refuerzo de la Voluntad

Escribir, en la mayor cantidad de pequeños papeles que podamos disponer en todo lugar visible del hogar (los "post it" autoadhesivos son muy útiles, y más si son de colores variados), dos frases de manera tal que no podamos evitar verlos todos los días muchas veces al día, aunque no queramos reparar en ellos: la puerta de la heladera, la mesa de luz junto a la cama, detrás de la puerta de entrada a la casa, sobre la alacena, en el espejo del baño, tras la tapa del inodoro. Estas frases serán:

Una máxima de Nietzche:

"Lo que no te mata, te fortalece"

Y otra de un servidor:

"Lo que no duele, no sirve" Ejercicio número 4

Lecturas de Formación

Experimentando con mis primeros alumnos -aquellos que han servido voluntariamente para imbricar este sistema- descubrí que ciertas lecturas, repetidas cíclicamente -una por día, durante una semana, una semana del mes, siempre la misma lectura y los mismos días del mes- cultiva armónicamente un equilibrio mente - alma en pos de fortalecer la Voluntad. Facilito entonces aquí el texto que yo mismo empleo. Siete días seguidos, apenas desayuno, dedico unos minutos a su lectura -aunque a estas alturas las recuerdo casi de memoria sigo leyéndolas con fruición y respeto, como un principiante; entiendo que ello cultiva mi humildad, lo que nunca está de más- y reflexiono sobre lo leído, tratando de proyectarlo a mi vida cotidiana y encontrar sentidos ocultos entre las líneas del día. El texto es el "Kagakure", que en japonés significa "oculto entre las hojas" y se entiende como un manual secreto medieval para los Samuráis.

Primer día:

CONCENTRACIÓN

En cierta ocasión vivía un maestro del arte de la lanza. En el momento de su muerte llamó a su mejor discípulo y le declaró: "Te he transmitido todas las técnicas secretas de nuestra escuela. Si piensas aceptar ahora a un discípulo, debes practicar enseguida con diligencia, y cada día, con el sable de madera. La superioridad no es una cuestión de técnicas secretas". Del mismo modo, en la enseñanza de un maestro de Renga, se dice que la víspera del concurso de poesía debe calmar su espíritu y consultar una antología de poesías. Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los oficios deben ser ejercidos con concentración.

Segundo día:

LA ACTITUD DURANTE LA TORMENTA

Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.

Tercer día:

GANAR DESDE EL PRINCIPIO

Cuando ya era anciano, Tetsuzan hizo un día la reflexión siguiente: "Tenía tendencia a pensar que el combate a manos desnudas difería del Sumo, debido a que no tenía importancia ser tirado al suelo al principio, ya que lo esencial era ganar al final del combate. Recientemente he cambiado de punto de vista. Se me ha ocurrido que si un juez tomaba la decisión de parar el combate en el momento en que uno se encuentra en el suelo, os declararía vencido. Hay que ganar desde el principio para salir victorioso siempre."

Cuarto día: QUIEN CALCULA ES UN COBARDE

Un hombre que no para de calcular es un cobarde. Digo esto porque las suposiciones siempre tienen una relación con las ideas de provecho y de pérdida; el individuo que las hace está siempre preocupado por las nociones de ganancia o pérdida.

Morir es una pérdida, vivir una ganancia y es así que se decide a menudo no morir. Esto es cobardía. Del mismo modo, un hombre que ha recibido una buena educación puede camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad o su estupidez, que son su verdadera naturaleza. Mucha gente no se da cuenta.

Quinto día: LAS DECISIONES

Un viejo proverbio dice: "Decidios en el espacio de siete soplos." El Señor Takanobu Ryuzoti hizo un día este comentario: "Si un hombre tarde demasiado en tomar una decisión, se duerme." El Señor Naoshige dice también: "Si uno se lanza sin vigor, siete de cada diez acciones no llegan a término. Es verdaderamente difícil tomar decisiones en estado de agitación. Por consiguiente, si sin ocuparse de las consecuencias menores, uno se enfrenta a los problemas con la mente afilada como una navaja, siempre se encuentra la solución en menos tiempo del preciso para hacer siete soplos."Hay que considerar los problemas con calma y determinación.

Sexto día: LEVANTAOS A LA OCTAVA

Es el colmo de la locura para un Samurai perder el control de sí mismo si por desgracia queda reducido al estado de ronin o se encuentra enfrentado a algún revés de fortuna del mismo tipo. En el tiempo del Señor Katsushige, los Samurais tenían una divisa favorita: "Si no habéis sido ronin siete veces, no podréis reivindicar

efectivamente el título verdadero de Samurai. Tropezad y caed siete veces, pero levantaos a la octava." Manifiestamente, Hyogo Naritomi había sido, según se dice, siete veces ronin. Un Samurai al servicio de un daimio debe ser como un tentetieso que se levanta cada vez que uno lo inclina. En verdad, sería una excelente idea para el Daimyo devolver a sus discípulos la libertad para someter a prueba su fuerza espiritual.

Séptimo día: DETERMINACIÓN

Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está determinado. Se puede entonces remover cielo y tierra según convenga. Pero cuando el hombre no tenga "el corazón en el vientre", no se puede persuadir de ello. Remover cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de concentración.

Es bueno desarrollar su potencia hasta la edad de cuarenta años. En cambio es aconsejable "calmarse" a partir de los cincuenta. Cuando alguien os da su opinión, hay que saber aceptar con gratitud incluso si no es de ningún interés. Solo con esta condición os comunicará lo que ha oído decir de vosotros. Es bueno dar y recibir avisos de una manera amistosa.

Si en el campo de batalla no dejáis a nadie al cuidado de conducir el asalto y sois vosotros quienes tenéis la firme intención de penetrar en las filas enemigas, no caeréis, vuestro espíritu será bravo y manifestaréis vuestro valor marcial. Este consejo es una herencia de los antiguos. Por otro lado, si debéis ser derribado en el curso de un combate, estad decidido a serlo frente al enemigo.

[1]Como me gusta decir (en otro contexto): "Cualquiera medita en la paz de un monasterio. Lo valioso y sobresaliente es hacerlo en una estación de subterráneo un lunes a las 8 de la mañana".

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